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De tal suerte, podía considerarse la enseñanza
secundaria dada en centros, donde generosos
bienhechores de la humanidad recogían jóvenes
pobres y desamparados para cumplir con ellos el
ministerio paterno. Es cierto que circulares de
Ministros, interpretaciones de Delegaciones de
Enseñanza, disposiciones de Consejos Escolásticos
iban reduciendo prácticamente a una mera
apariencia el principio legal de la enseñanza
secundaria libre; pero, indudablemente, ningún
poder ejecutivo tiene derecho a sustituir la ley,
y un ciudadano que intente evitar ingerencias e
imposiciones arbitrarias, no puede ciertamente ser
tachado de desobediente a las leyes del Estado.
Conocida la ley institucional, veamos ahora
quiénes eran los encargados de su ejecución en
Turín: primeramente el Gobernador, que se mostró
el más celoso de todos en la campaña contra el
Oratorio. Gobernaba la provincia de Turín un tal
Minghelli, Vaini, cuya vida describió el entonces
célebre consejero municipal Dupraz en una larga
carta confidencial a don Bosco y que podemos
resumir así: activísimo revolucionario en Módena
en 1848, fue miembro del gobierno provisional de
aquel ducado y llamado a formar parte del
Ministerio después de la anexión; en 1849, fue
nombrado director del nuevo penitenciario de
Oneglia, pero, por falta de los requisitos
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necesarios para organizar y dirigir aquel
establecimiento, después de una inspección y una
información parlamentaria, fue trasladado a la
dirección del penal para mujeres, y del hospicio
venéreo en Turín; pasó, después, a diputado en el
Parlamento; a inspector de prisiones, a gobernador
de Cágliari y, por fin, a Turín. Otro del antiguo
ducado de Módena, Nicomedes Bianchi, de Reggio
Emilia, Asesor de la Institución Pública en Turín,
fue el verdadero factótum en este asunto y llevó a
él el espíritu sectario, del que tantas pruebas
había dado en sus obras de historia. El Delegado
Provincial de Enseñanza, Rho, estaba protegido por
su hermano sacerdote, simple maestro elemental,
pero, abusivamente, en función de inspector de
escuelas. Los dos habían sido condiscípulos de don
Bosco en las escuelas de Chieri. Se escondía en
ellos un antiguo rencor contra el Beato, desde que
un sobrino suyo había sido expulsado del colegio
de Mirabello. El fogoso teólogo había amenazado
con pedir cuentas de la afrenta sufrida, como él
la llamaba; en 1879 hablaba contra el Oratorio y
anunciaba, por una y otra parte como cierto, el
cierre de sus escuelas, sin dar ninguna señal de
que le desagradaba esta severa medida. Cuando don
Bosco volvió de Roma fue a visitar al Delegado
Provincial y aludiendo a sus inspecciones, le
dijo:
-íEspero que, tú al menos, me tratarás bien!
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