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más tiempo su juicio definitivo, pero no más allá
del 29 de junio siguiente.
Para el concurso sobre san Pablo la Comisión
tuvo que ocuparse sólo de cuatro obras, y
concluido el examen, se pronunció en favor del
original correspondiente a Santiago Murena,
Sacerdote de la Misión, natural de Piacenza, y
domiciliado en Ferrara.
En cambio, para el otro concurso, se necesitó
más tiempo y al final no pudo seguir
desarrollándose tan rápidamente. Eran diez los
manuscritos. La Comisión, después de un serio
estudio de cada uno, acordó excluir los trabajos
menos conformes con el programa, y quedaron
reducidos a tres, los mejores. El examen
comparativo ofreció dificultades y dudas, de modo
que las opiniones se dividieron. Cuando don Bosco
advirtió cuál era el original por el que se
inclinaba la mayoría, ordenó suspender el juicio
definitivo y enviar los tres a monseñor Rota, que
ya no era obispo de Mantua, sino ((**It14.142**))
Arzobispo titular de Cartago, prelado muy
respetable por su dignidad y capacidad, por su
doctrina eminente y su virtud; y que se remitiese
a él la sentencia. La Comisión aceptó por
unanimidad la medida, sacrificando su amor propio
ante el deseo de obtener escrupulosa justicia,
según la voluntad de don Bosco.
Monseñor Rota aceptó el arbitraje propuesto y
el 13 de mayo de 1879 escribió al secretario de la
Comisión:
<>
Los examinadores episcopales, por su parte,
formularon su parecer en estos términos:
<< A nosotros humildemente nos parece que el
autor de la Vida de San Pedro, redactada en cinco
fascículos ha conseguido el fin del programa; la
claridad, la sencillez, la evidencia hacen que
pueda leerla con gusto y con fruto el pueblo, para
cuyo servicio debía escribirse>>.
A continuación, después de hacer notar algunas
imperfecciones de lenguaje y de estilo, añadían:
<>.
Con este juicio, aceptado por la Comisión, el
premio fijado por
(**Es14.129**))
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