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cuando se presentase alguno, que careciese de las
condiciones exigidas por el Reglamento, o fuera
recomendado por un Obispo o por una autoridad
civil importante, como, por ejemplo, el Gobernador
de Turín, que entonces precisamente recomendaba a
un niño de apenas ocho años, pasara sin más todas
las diligencias al Director, el cual concedería
cualquier excepción, para no disgustar a tal
autoridad, en estos casos, si no tenían la edad
reglamentaria, enviar los muchachos a Lanzo o a
otra casa, aun cuando se tratara de aceptaciones
gratuitas. Por tanto, el viceprefecto de la
portería actuaría sólo subordinadamente en sus
registros y contabilidad, siempre de acuerdo con
el Reglamento; el perdonar o reducir pensiones,
exigir deudas, aceptar o expulsar alumnos, serían
cosas totalmente dependientes de la voluntad del
Director.
De la misma manera debía procederse en las
casas de la Inspectoría: el Inspector mantendría
las relaciones oficiales con el Capítulo Superior
en conformidad con las Reglas, pero sin
entremeterse en la administración ordinaria local.
La nueva estructuración del Oratorio se acentuó
por la circunstancia de que el Capítulo Superior
cambió de habitaciones, separándose así del resto
de la casa. Antes, los Capitulares tenían su
despacho en los salones de la dirección; en cambio
ahora ocuparon una sección entera, en el segundo
piso del edificio central, junto a la iglesia de
San Francisco, donde cada uno ((**It14.121**))
disponía de dos habitaciones; allí se trasladó
también su comedor, que hasta entonces habían
tenido en común con los profesos de la planta
baja.
Una cosa que jamás abandonó don Bosco en el
Oratorio, fue el ministerio de la confesión. Se
confesaban con él muchísimos, todos los que
podían. En los ejercicios espirituales de los
estudiantes, a fines de abril, a pesar de que
había abundancia de confesores extraordinarios,
confesó tanto y a tantos que una noche, debido al
cansancio, no tenía ganas de cenar y el brazo
derecho a fuerza de estar doblado sobre el codo en
el reclinatorio y de dar absoluciones, se le había
dormido de tal modo que, después de intentar
cuatro veces tomar la cuchara con la mano derecha,
no lo consiguió, y tuvo que tomarla con la
izquierda. En un tiempo relativamente breve,
despachaba gran número de penitentes, pues era más
bien expeditivo en las amonestaciones 1. Para
darnos cuenta del efecto producido por sus breves
consejos,
1 Algunos tomaban nota por escrito de los
avisos recibidos y se conservan todavía algunas
muestras. En el Apéndice (Doc. 15) se pueden leer
las notas de un clérigo, cuyo nombre, como es
natural, callamos.
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