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Pero él no separaba esta gran confianza en la
Providencia de las industrias de la humana
habilidad para buscar los medios materiales; por
esto, una de las primeras cosas que hizo, tan
pronto como estuvo de regreso, fue darse maña para
que la fuente todavía abierta de la rifa manase
con abundancia. Y volvió a imprimir la circular
del primero de enero, envió con ella boletos en
cantidad y los distribuyó por paquetes a los
Cooperadores, para que cuidasen de repartirlos.
Quiso, además, que, para evitar fáciles gastos
inútiles de dinero, se estudiase la manera de
establecer en casa una caja única, de donde
partieran todas las deliberaciones concernientes a
los gastos. Anteriormente todo se concentraba en
don Bosco; después, cuando él ya no pudo abarcar
tantas cosas diversas, miraban por las varias
necesidades urgentes los miembros del Capítulo
Superior, según se iban presentando, e
independientemente los unos de los otros. Pero
este sistema perjudicaba la economía doméstica.
-Las cosas, dijo don Bosco, iban adelante, a la
buena; pero, en asuntos importantes, decir que se
va adelante a la ((**It14.115**)) buena,
es lo mismo que decir que se va mal.
Entonces don José Leveratto, administrador del
Oratorio, presentó un proyecto para la buena
organización de los cargos y de las relaciones
recíprocas, de modo que todo fuese a parar, como a
su centro, a la persona, de quien dependía todo.
Don Bosco propuso nombrar una comisión que
estudiara aquel proyecto y se organizó una junta
compuesta por don Miguel Rúa, don José Lazzero,
don Antonio Sala y don José Leveratto.
Otro camino para reparar de algún modo los
recursos agotados fue reanudar sus visitas a
familias buenas y adineradas, siempre dispuestas a
ayudarle. Las más de las veces insinuaba
delicadamente en la conservación el tema de las
obras de caridad, que atraen las bendiciones del
Señor sobre las familias generosas en socorrer al
prójimo, y lo demostraba con ejemplos; hablaba de
la limosna como medio seguro para obtener de Dios
las gracias que se desean; y citaba entre las
obras a socorrer el Oratorio, puesto bajo la
protección especial de María Auxiliadora, la cual
demostraba con muchos hechos cuánto le agradaba
ver socorridos a los jovencitos. Don Julio
Barberis dice, como testigo excepcional, que en
sus conversaciones exponía estas cosas
sosegadamente, hablando de otras personas y
representando al vivo, con novedad de aspectos, la
importancia de una caridad corporal que tuviera
como último fin la espiritual; de modo que
agradaba oírle hablar sobre este tema.
Como era tan reciente su regreso de Roma, le
preguntaban a menudo
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