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Con profunda veneración y afecto filial, soy
De Vuestra Santidad
Roma, 22 de enero de 1869.
Su Seguro y
humildísimo servidor e hijo
TANCREDO CANONICO
Reproducimos, de la continuación del Diario, la
relación de la audiencia. Por ella, se ve que la
audiencia de don Bosco no fue inmediatamente
después de la salida de Tancredo, sino cuando el
Papa ya había leído algo del escrito.
23. Fui al Padre Santo a la una de la tarde...
Dije al Padre Santo: -Agradezco a S. S. que
permita cumplir el deseo, que tengo desde mi
primera juventud, de besar personalmente los pies
de V. S. y poderle transmitir yo mismo este
escrito que, al pedirle la bendición apostólica,
el señor Towiasnski me encarga haga llegar a las
propias manos de V. S.
-íAh!, dijo; se ha hablado mucho de este
hombre; pero padecía utopías: tenía ideas que no
eran justas y esperamos que el Señor le habrá
ayudado y que se habrá desengañado.
((**It13.1011**))
-Santidad, yo he recibido de este hombre
beneficios, que no se olvidan nunca. Tuve una
juventud angustiosa: yo había perdido la fe. La
Providencia me acercó a este hombre, y, por su
medio, la he recuperado. Ahora tengo una base en
la vida: si tengo alegría y fe en la Iglesia a él
se lo debo.
-Estoy contento que dé buenas normas: pero hubo
un tiempo en que no era así.
Al llegar aquí abrió el escrito, leyó la firma
y dijo:
-Ah, escribe desde Zurich.
Después leyó las primeras palabras y dijo:
-Veremos qué dice.
Y lo dejó. Después me despidió, bendiciéndome a
mí y a mi familia. Me ofreció el anillo para
besarlo, que besé con sentimiento y diciéndole:
-Santidad, puedo decirle, desde el fondo de mi
corazón, que éste es el día mas bello de mi vida.
Soy un pobre pecador, pero le aseguro que rogaré
siempre al Señor, desde el fondo de mi corazón,
por el verdadero bien de V. S.
El Papa se mostró conmovido a estas palabras,
me dio las gracias y añadió:
-Y por la Iglesia de Jesucristo.
-íOh, sí por la Iglesia de Jesucristo!
Y salí.
Le habría dicho otras cosas que antes había
pensado y pienso todavía, pero en aquel momento no
me vino mas que lo que he dicho. Su aspecto me
dejó una impresión que no olvidaré jamás. Pálido,
lánguido, melancólico, tenía una sonrisa muy
triste; se veía que sentía el peso del propio
puesto y la responsabilidad de ser Cabeza de la
Iglesia. Sólo los ojos conservaban algún vigor: y
es cierto que no tienen la fuerza dura de algunos
retratos suyos. Es sensible al afecto; dos veces
que toqué la cuerda del corazón, las dos se animó
su mirada, sonrió tristemente y se enterneció.
Me preguntó si tenía familia; le dije:
-Cuatro hijos: uno hizo la primera confesión
por Navidad.
Y dijo él:
-Os bendigo a vos y a vuestra familia.
Todo otro sentimiento desaparecía ante él: no
quedaba mas que el de la piedad.
(**Es13.856**))
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