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ofreciéndose para entregar quinientos pesos al mes
a la Sociedad de San Vicente. El doctor Carranza
me dijo esto, frotándose las manos de alegría;
pero yo, bonitamente le hice observar que estaría
muy bien que la casa de Artes fuese conocida por
lo que es, y que los Salesianos, que sudan tanto
para que vaya bien, pudieran también figurar un
poco para utilidad moral de la Congregación.
Querido Padre, hago todo lo que puedo, actúo
con la máxima prudencia ((**It13.1007**)) por
el honor de la Congregación, me toca beber amargos
tragos por las grandes promesas que se hicieron al
doctor Carranza, cuando se trataba la cosa al
principio. No se olvidó de nada y, ahora, advierto
que me las echa en cara abiertamente, aunque de
una manera fina.
Yo no hago nada importante, sin consultar antes
al doctor Espinosa y al Arzobispo y a algún otro
eclesiástico: personas influyentes y
prudentísimas. El doctor Espinosa es totalmente
nuestro en alma y cuerpo. El Arzobispo estaba más
de parte de los <> que de nosotros y
esto lo hacía, porque le parecía conveniente.
Pero, después de dos horas de conversación que
hemos tenido juntos hace quince días, en la cual
le di a conocer fielmente mi posición, ha cambiado
totalmente a nuestro favor y me dijo estas
precisas palabras:
-Padre, no tema nada; ahora conozco lo que
quiere decir. Se requiere paciencia y madurar las
cosas despacio y con tiempo. Yo quería ofrecer a
la Sociedad de San Vicente mi aportación con una
cantidad que guardo para este fin; ahora la
suspendo y la reservo para los Salesianos, para
cuando estén a punto de hacer el contrato de la
casa de San Carlos.
Ayer fuimos a su quinta de Morón, que se
encuentra a la distancia de una hora en
ferrocarril. Allí ordenó de presbíteros a Rizzo y
a Scagliola. Quiso que estuviéramos con él casi
todo el día; nos hizo visitar todo el pueblo,
yendo con él en su coche, y después nos enseñó un
amplio terreno con casas y me dijo:
-Ahora trabajo para adquirir este gran terreno,
que es de un señor que lo abandonó, porque murió
aquí una hija suya; y, con el tiempo, los
Salesianos pondrán aquí una escuela agrícola.
Es un terreno estupendo.
Hay también otros señores que nos ofrecen
terrenos y casas en diversos pueblecitos, que se
están formando en los alrededores de Buenos Aires,
en donde ahora se contentarían con que se pusiese
una sencilla escuela. En esta situación necesito
que usted, querido Padre, me instruya y me diga si
puedo aceptar o no. Usted sabe, mejor que yo, que
cada día nos movemos más, la Congregación va
creciendo en número, en Italia y aquí, porque,
apenas conocen nuestro Instituto, lo quieren y
piden formar parte de él.
Perdone esta mi larga carta. De salud, todos
bien. M. ofrece pocas buenas esperanzas. Los
demás, todos bien.
Nos bendiga a todos y especialmente a mí, pobre
hombrecillo que no sabe cómo hacer.
Todo suyo
Buenos Aires, 28 de enero de 1878
Afmo. y obediente hijo
FRANCISCO BODRATO, Pbro.
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