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c) Don Miguel Rúa a monseñor
Gastaldi
Excelencia Reverendísima:
Hace dos días fui llamado por el señor Vicario
General para comunicarme algunas observaciones
respecto al Oratorio festivo femenino de Chieri.
Para conocimiento de V. E. Rvma. creo oportuno
presentarle una breve relación escrita respecto al
mismo.
Las muchachas adictas a aquel Oratorio son unas
cuatrocientas, de siete a dieciséis años,
divididas en doce grupos. Los días de fiesta, por
la mañana, se les da comodidad para confesarse; a
las ocho empieza la misa, después de la cual se
les da una breve explicación del Evangelio
adaptada a ellas. A las diez, unas ciento
cincuenta vuelven para la escuela dominical, que
dura hasta el mediodía, ya que la mayor parte de
ellas, por ser pobres, apenas si están
capacitadas, pues van a trabajar a las fábricas de
algodón y telas, y naturalmente no asisten a las
escuelas municipales y son casi totalmente
analfabetas.
A la una y media de la tarde, empiezan a
reunirse en los tres patios, según la edad, y
juegan un rato, asistidas por las monjas y por las
jóvenes mayores más instruidas, que les ayudan
haciendo de catequistas. Alrededor de las dos y
cuarto se organizan por grupos en los mismos
patios y van al catecismo acompañadas por la
respectiva maestra. Después del catecismo, se
canta el Magnificat u otra plegaria, se hace a
continuación una instrucción breve y fácil sobre
los mandamientos y después se imparte la
bendición. Una vez que salen de la iglesia se
entretienen de nuevo en diversos juegos, hasta que
se hace de noche y así se evita que vayan a rodar
por las calles y también a los bailes, que se
organizan en los días festivos en los principales
puntos de la ciudad, donde, a la hora de las
sagradas funciones, debido al descuido de muchos
padres desgraciadamente se ven muchachos y
muchachas que, a partir de los doce años, se
encuentran reunidos en tan triste diversión.
Por cuanto me dijo el señor Vicario, alguno de
Chieri querría que estas funciones no se
celebrasen, al mismo tiempo que las de la
catedral. Yo le haría observar que para esto
habría que decidirse a una de estas dos cosas: o
bien echar del Oratorio a las muchachas alrededor
de los dos a las tres, y así ponerles en peligro
de ir de una a otra parte parte de la ciudad,
porque V. E. conoce muy bien los tiempos en que
vivimos y con qué libertad abandonan los padres a
sus hijos; o bien, empezar nuestras funciones al
anochecer, y, ya de noche, enviar a su casa a las
jovencitas, puesto que las funciones de la
catedral terminan ((**It13.992**))
alrededor de las cinco de la tarde. Observo
también que las funciones del Oratorio no estorban
para nada las de la catedral, puesto que las
primeras se hacen para una clase de personas, como
son las chicas de siete a dieciséis años, las
cuales no asistirán a las segundas o participarían
en ellas sin ningún provecho, por no encontrar el
pan preparado para sus dientes. Antes de que
nosotros fuéramos a hacer las funciones a aquel
Oratorio, ya iba alguno de la parroquia, y
nosotros hemos continuado haciéndolas a la misma
hora.
Conviene tener presente que la finalidad de los
oratorios festivos es doble, como es doble el
fruto a recoger: instrucción y apartamiento de los
peligros, los cuales, si son grandes para los
muchachos, no lo son menos para las muchachas.
Ahora bien, esta finalidad y este fruto se empieza
ya a obtener en dicho oratorio, de forma que
muchas personas de la ciudad, y aún del
reverendísimo capítulo, contemplan hoy esta obra
como una bendición de Dios. Si V. E. quisiera
informarse por medio del canónigo Cumino,
Francisco Calosso, o Sona, no tardaría en conocer
cuál es a este respecto la opinión de los buenos
en Chieri. Al someter a la sabiduría de V. E.
estas noticias y observaciones, ruégole nos quiera
favorecer con sus santos consejos, que recibiremos
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