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mejor que los doctorados en la Universidad de
Turín, que no goza de fama en Roma, en cuanto a
esto. Le digo, por consiguiente, que usted tiene
derecho a enseñar en su iglesia, y que esto es
verdad; pero los muchachos de su parroquia tienen
también derecho, de acuerdo con el Derecho
Canónico Romano a ir a cantar Vísperas y recibir
la bendición (que ciertamente no son obligatorias)
y a irse a divertir, de acuerdo con el género de
Oratorio promovido por Pío IX, donde más les
plazca. >>Querría, pues, por su derecho no bien
entendido, que se abandonara a los muchachos en
medio de los peligros de las calles y plazas
públicas? Piense antes en la grave obligación que
tiene, también según las morales que tiene menos
seguras, de encontrar el modo de oponerse a la
última ley que busca impedir la instrucción
religiosa: y a esto sí que debe atender.
Después, convirtiendo en broma esta reprimenda,
le dije:
-Tiene otra obligación muy grande, y es la de
darme a beber una copa de su buen vino, porque me
ha hecho estar aquí durante más de una hora.
Y así, después de beber y estrecharle la mano,
le dejé, quitándole las ganas de volver a hacer
una prueba semejante.
Temí del teólogo Boccardo y, por tanto, del
Arzobispo algo contra el Oratorio, debido a alguna
expresión de Boccardo. Para evitarlo, ((**It13.988**)) le
escribí una carta bastante pensada, mostrable al
Arzobispo, diciéndole que inútilmente había
intentado con él y con otros la Obra del Oratorio
el año pasado; pero que me había dirigido a la
bendición del Papa, después al Arzobispo, y por
fin al párroco de San Jorge; que se había abierto
con nuevo personal; que el que favorece tales
obras es bendecido por Dios y el que se opone es
castigado severamente; y le conté tres casos de
sacerdotes pasados por mis manos. No se atrevió a
responderme, pero habiéndome encontrado por
casualidad, parecióle extrañarse de mi recurso al
Papa. Yo repliqué:
-Conozco el país y el aire, pero lo he hecho a
propósito, y así lo haré siempre.
Esto es todo lo hecho... y los demás deben
sostenerlo hasta que V. R. pueda plantar en Chieri
una casa suya masculina y femenina. Cuando esto se
verifique, ya hemos decidido nosotros y el R. P.
Pellico, nuestro consejero, que todo, el oratorio
femenino y el masculino, le sea entregado
inmediatamente con todos los enseres. Estos, si
aún no están pagados con las ofrendas gratuitas,
deberán ser comprados por ellos, esto es, deberán
pagar la deuda que es ahora de trescientas liras.
Solamente he rogado servirse de don Cumino,
vicedirector, mientras el Arzobispo lo permita. No
es de esperar plantar su casa en Chieri con los
amigos, porque el Párroco de la catedral me dijo
que sí que quiere a las monjas de don Bosco, pero
no a los Salesianos. También tengo miedo, por
parte de otros y, especialmente, del Arzobispo.
Pero me parece que hay que hacer así: se pide al
Papa un Breve para fundar la casa de Chieri. En él
debe decirse que basta entregar una copia al
Arzobispo, para que lo sepa. Sobre el número de
seis padres, se pide la dispensa para tres, o al
menos dos; y se indica que vienen especialmente
para abrir oratorios y escuelas y dirigirlas según
su Instituto. Y así, ni el Arzobispo, ni el
Párroco, ni ningún otro, podrán impedirlo. El P.
Rostagno podría redactar el Breve, o la súplica
con las formas canónicas: usted después tendría
que ir a Roma para tratar el asunto
directamente...
Ruegue pues, haga rogar para que viribus unitis
(las fuerzas unidas) salvemos todos juntos de la
ruina a nuestra pobre patria y la fe de nuestros
padres...
Permita que bese humildemente las manos
De V. S. R., Fundador de los Salesianos
Afmo. y s.s. en J. C.
P. LUIS TESTA
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