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El Oratorio de Chieri 1
...Se empezó el oratorio femenino y se recurrió
a V. R. Como ya sabe, el Parroco de la catedral
tomó posesión de él como de su casa... Eligió a
tres como fundadoras, Braia, Ciceri y la hermana
del Rvdo. Sona, canónigo. La Braia metió dos
maestras de canto que perturbaron (a lo que me
dicen) la buena marcha del Oratorio. Procuré que
fueran expulsadas, pero hasta ahora no lo logré;
en tanto, la Ciceri se retiró; mientras obtuve
(siempre por vía indirecta) que al menos fueran
frenadas; obtuve, ademas, por medio de Monseñor
que el Oratorio no funcionara durante el tiempo de
las funciones, porque, dije, está prohibido por el
Papa. El Oratorio femenino (como me consta por el
mismo Parroco) no marcha bien, sino que
languidece: espero, sin embargo, sostenerlo hasta
el tiempo que mas abajo diré.
De vuelta de las vacaciones a Chieri, todo se
ha sabido; me traje de Roma una bendición especial
del Papa, después publiqué un pequeño programa del
Oratorio para los muchachos y con él me presenté
al Arzobispo, el cual, al ver las instrucciones
que traía de Roma, confirmó todo palabra por
palabra, hasta el nuevo personal (el antiguo, que
había sido elegido y me lo había entregado el
Arzobispo, no había hecho más que charlar). Ese se
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compone del canónigo Sona, director, del reverendo
Cumino, educado por usted, vicedirector y tesorero
y del reverendo Serra, capellán y maestro de
canto.
Con estos solos y algunos consejeros, pro
forma, se fundó la obra. Quise que dependiese de
la parroquia de San Jorge, para no tener líos con
la catedral y con el seminario. Pero alquilamos al
padre Almando, dominico, un local caro, e
invitamos al párroco de San Jorge y al abate Botto
y otros más, y se abrió el Ortorio con sesenta
muchachos, pues no cabían más en el local. Leí
allí el programa en nombre del Papa y lo comenté:
pero dije que estaba autorizado por el Ordinario y
por el Párroco, de acuerdo con los cánones; y,
además, que estaba avisada la autoridad civil, la
cual había prometido una subvención, después de
dos meses de duración. Se cantó por todos un himno
en honor del Sagrado Corazón de Jesús, a quien
está dedicado el Oratorio y se repartieron
regalitos a los muchachos. Hasta ahora marcha
bien, pero, como el local es estrecho, no permite
recibir a más de doscientos muchachos que piden
entrar, lo cual se hace con unos billetitos, que
se entregan vez por vez a quienes cumplen las
reglas establecidas.
Unos días después me encontré con el Párroco de
la catedral, con el que me relaciono a menudo,
como con todos los demás de cualquier partido. Se
lamentó conmigo de que lo hubiese abierto sin
hablar con él. Yo, que soy franco y no lo temo,
respondí en seguida:
-Me extraña su observación. Usted sabe que hace
dos años que hablamos de ello. Y sabe también que
nunca he podido obtener de usted ayuda eficaz: por
eso me vi obligado a dirigirme a otra parte.
-Pero, siguió diciendo; V. R. sabe que el
párroco tiene deber y derecho de dar la
instrucción religiosa; pase para los de San Jorge,
pero para los míos, me toca a mí.
-Perdone, respondí; tal vez usted ignora que yo
soy doctor en derecho canónico por Roma y que, por
consiguiente, conozco los límites de los derechos
parroquiales,
1 De una carta del padre Testa, jesuita, a don
Bosco, en septiembre de 1877. Es un documento para
conocer la situación que determinó los hechos
narrados.
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