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Dos cartas de don Pedro Guidazio a don Bosco
desde Montefiascone
A
Carísimo y amadísimo don Bosco:
Si me dejase llevar por mi deseo, sin
considerar sus muchas ocupaciones, querría
escribirle cada día, aun a costa de ser tachado de
indiscreto. Pero ahora, teniendo en cuenta la
circunstancia de las fiestas navideñas, no podría
dispensarme de escribirle, aunque sólo fuese para
felicitarle las fiestas y encomendarme a sus
oraciones, para que me alcance del Niño Jesús, que
sea todo suyo, que no viva más que para él, como
es mi deseo, aunque por mi pusilanimidad no
siempre correspondan a ello las acciones.
Había prometido hacernos una visita: el tiempo
se acerca y le esperamos todos con los brazos
abiertos. Le aseguró que dará a todos una gran
satisfacción. Iremos a esperarle a Orvieto o a
Viterbo. Mientras tanto, creo oportuno prevenirle
de algo, que he podido serenamente observar desde
que estoy aquí y que me ha obligado a cambiar mi
primera opinión. No me entretendré en la absurda e
inexplicable disciplina, por la que los jóvenes se
ven obligados a permanecer encerrados todo el día
en las habitaciones, divididos en grupos de a
cuatro. Lo que conviene que usted sepa es que me
parece muy difícil que Monseñor, pese a su expreso
deseo, logre traspasar este colegio a don Bosco. Y
esto, por dos razones. La primera, porque habría
que despedir a todos los superiores y empleados,
los cuales perciben un sueldo, que absorbe toda la
renta del colegio, ((**It13.980**)) que es
de veintiuna mil quinientas liras, sin contar la
pensión de los internos y, substituirlos por otros
tantos salesianos, que harían lo que ahora no se
hace, ni se hará jamás. La otra razón está en los
prejuicios inveterados en cuanto a educación y
enseñanza. San Jerónimo y Sulpicio Severo y hasta
Lohomond, autores que yo había sugerido en varias
clases, provocan la risa, y quieren a Horacio y
Cicerón, a Cicerón y Horacio, hasta los que no
entienden una jota de Cornelio. Aritmética,
Griego, Historia y Geografía eran cosas nuevas, el
italiano estaba abandonado de tal forma, que, por
compasión de mis alumnos, me he encargado yo
mismo, y se lo enseño cada quince días juntamente
con el Griego, la Historia y la Geografía en las
dos clases 1.
En cuanto a educación, baste saber que,
habiendo dicho una vez en presencia del Obispo,
que en todas nuestras casas todos los Superiores
van a recreo con los muchachos, sin excluir al
Director, y que juegan y bromean con ellos, se
extrañaron mucho, y dijo Monseñor que él no
permitiría nunca nada semejante, porque haría
perder todo respeto al Superior; de manera que me
arrepentí de haber hablado, temiendo haber dado un
escándalo. Y, sin embargo, bromeo y río en clase y
obtengo
1 Carta a don Celestino Durando, en enero de
1879: <>.
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