((**Es13.83**)
el proverbio de que nuestros muchachos mueren de
dos en dos; si uno no ha pasado la cuaresma, otro
no pasará la Pascua-. Yo os diré: demos que esto
sea un cuento, sea lo que fuere, pero estemos
siempre bien preparados. No esperemos a hacer la
confesión general y a arreglar las cosas de
nuestra alma para los últimos momentos de nuestra
vida; porque seremos asaltados de improviso,
((**It13.88**)) y nos
irá mal. Confesémonos bien con tiempo y cuando
venga la muerte para mí, o para vosotros, todos
estaremos preparados. La muerte es un consuelo,
una alegría, un paso que conduce a la perfecta
felicidad, para aquel que tiene la conciencia
tranquila. Por el contrario, para quien tiene el
pecado en el alma, es el mayor fantasma de terror
que pueda haber, es un tormento, una
desesperación.
Entre tantos hombres como han vivido desde el
principio del mundo hasta ahora, ni uno solo ha
escapado a la muerte. Pero, aunque no hay nada más
cierto que la muerte, sin embargo nada hay más
incierto que la hora, el lugar y el modo de la
muerte. Unos mueren de niños, otros en edad más
avanzada, otros de viejos. >>Quién sabe cuándo
moriremos nosotros? >>Quién sabe dónde moriremos?
>>En el Oratorio, yendo de paseo, en la cama por
enfermedad, o ahogados de improviso por,un vómito
de sangre? No lo sabemos. íCon esta certeza y con
esta incertidumbre, tenemos que andar alerta! Y
comenzaré por estar yo preparado y vosotros
también debéis hacer lo mismo. Dice el proverbio:
No esperes a hacer mañana lo que puedes hacer hoy.
El Señor nos amonesta que la muerte viene como un
ladrón, cuando menos se espera. Rogad al Señor por
mí para que pueda estar siempre preparado, que la
muerte no me pille de improviso. Yo también os
encomendaré en la santa misa y rogaré para que
ninguno de mis muchachos muera sin estar
preparado.
Pasado mañana, al igual de otros años, habrá el
ejercicio de la buena muerte, y, después, el
prioste de san Luis repartirá a cada uno una buena
rodaja de salchichón para reparar las fuerzas.
Comiéncese mañana por la tarde a preparar bien
este ejercicio. Quien necesite confesarse, empiece
en seguida mañana por la mañana. Ahora, que
estamos en carnaval, la verdadera alegría será
ésta, a saber, tener limpia la conciencia. Estemos
tranquilos con los asuntos de nuestra alma, a fin
de que, cuando venga el Señor a llevarnos consigo,
nos encuentre a todos bien preparados.
Los novicios oyeron la palabra de don Bosco
donde menos lo hubieran esperado. El domingo 18 de
febrero fue a comer con ellos por vez primera en
el comedor inaugurado dos meses antes. Le leyeron
unas poesías; después tocó la banda bajo los
pórticos, a los postres. <<íQuerido don Bosco!,
exclama don Julio Barberis en su crónica. Se
asomaba a su rostro la alegría>>. Los novicios
eran sesenta y cinco. La vista de aquel precioso
grupo, el pensamiento de tan bonitas esperanzas le
hicieron repetir varias veces:
-íEstoy contento! íEstoy muy contento! Tengo
que venir aquí otras veces más. Enviaré a comer
aquí de vez en cuando a sacerdotes forasteros.
Terminada la comida, tomó la palabra:
((**It13.89**)) Me
habéis leído unos saludos, habéis hablado en verso
y ahora quiero yo deciros alguna cosa en prosa,
para que también los que no son poetas puedan
entenderme (**Es13.83**))
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