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del vino achacó la inmoralidad, que domina en
algún país. El que come de vigilia está, a la
larga, más libre de ciertas molestias
espirituales; ayuda también mucho a esta libertad
el abstenerse de alimentos de difícil digestión y
de las carnes saladas, porque son excitantes;
cuando la Iglesia recomienda la penitencia,
prohíbe ante todo las carnes.
-Tened en cuenta, siguió diciendo, que lo que
hasta ahora mantuvo el alto nivel de nuestras
casas, fue la persuasión que todos tienen de
nuestra segura moralidad, superior a toda
acusación. >>Será esto siempre verdad? >>La fama
dice la verdad? íAtención! Hasta ahora ha sido
Dios quien nos ha defendido. Las causas de los
peligros son unas internas y otras externas. La
frecuente confesión y comunión y la vigilancia
normal de quien debe asistir serán grandes medios
preventivos. Puede haber desórdenes, pero son
reparables. Haya una asistencia solidaria; nadie
se crea dispensado de ella, cuando se trata de
impedir la ofensa de Dios. Y sean medios para no
caer la fuga del ocio y evitar las amistades
particulares. No importa que uno sea superior, o
avanzado en años: no hay edad ni santidad pasada
que valga contra las insidias de este enemigo.
Antes al contrario, cuanto más se avanza en edad,
más se refina la malicia. Incluso el lugar
((**It13.86**)) que se
ocupa al lado de ese tal puede ser peligroso. Se
empieza por regalitos, crucifijos, estampas;
siguen después los buenos consejos, y después... y
después íadelante!
No se lleven nunca los alumnos a la propia
habitación. Los muchachos se fijan en todo:
algunos están viciados, han leído libros malos, no
escapa a sus ojos nada de cuanto hacen los
Superiores y íay, si uno es acusado de una falta!
En conclusión, aut nullum aut omnes pariter dilige
(ama a todos o a ninguno). El trabajo es también
una gran salvaguardia. Alguien me dijo: <<íNo haga
trabajar tanto a sus sacerdotes!>>, pero, ay, el
sacerdote muere por el trabajo o muere por el
vicio.
Terminó con la recomendación, que le era tan
familiar, de cuidar mucho las vocaciones, y
sugirió tres medios: hablar a menudo de la
vocación, sacar en las conversaciones el tema de
las misiones y mandar leer las cartas de los
misioneros.
Aquí justamente debería acabar el capítulo,
pero hay que añadir todavía más cosas. Tras un mes
largo de ausencia del Oratorio, don Bosco sentía
necesidad de dirigir una palabra especial a los
muchachos y a los novicios. Absorbido por las
conferencias y conversaciones con los directores,
amén del despacho de ciertos asuntos urgentes y la
contestación de mucha correspondencia atrasada, no
había podido encontrar todavía tiempo para lo uno
ni para lo otro. Nos parece que(**Es13.81**))
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