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((**Es13.81**) del vino achacó la inmoralidad, que domina en algún país. El que come de vigilia está, a la larga, más libre de ciertas molestias espirituales; ayuda también mucho a esta libertad el abstenerse de alimentos de difícil digestión y de las carnes saladas, porque son excitantes; cuando la Iglesia recomienda la penitencia, prohíbe ante todo las carnes. -Tened en cuenta, siguió diciendo, que lo que hasta ahora mantuvo el alto nivel de nuestras casas, fue la persuasión que todos tienen de nuestra segura moralidad, superior a toda acusación. >>Será esto siempre verdad? >>La fama dice la verdad? íAtención! Hasta ahora ha sido Dios quien nos ha defendido. Las causas de los peligros son unas internas y otras externas. La frecuente confesión y comunión y la vigilancia normal de quien debe asistir serán grandes medios preventivos. Puede haber desórdenes, pero son reparables. Haya una asistencia solidaria; nadie se crea dispensado de ella, cuando se trata de impedir la ofensa de Dios. Y sean medios para no caer la fuga del ocio y evitar las amistades particulares. No importa que uno sea superior, o avanzado en años: no hay edad ni santidad pasada que valga contra las insidias de este enemigo. Antes al contrario, cuanto más se avanza en edad, más se refina la malicia. Incluso el lugar ((**It13.86**)) que se ocupa al lado de ese tal puede ser peligroso. Se empieza por regalitos, crucifijos, estampas; siguen después los buenos consejos, y después... y después íadelante! No se lleven nunca los alumnos a la propia habitación. Los muchachos se fijan en todo: algunos están viciados, han leído libros malos, no escapa a sus ojos nada de cuanto hacen los Superiores y íay, si uno es acusado de una falta! En conclusión, aut nullum aut omnes pariter dilige (ama a todos o a ninguno). El trabajo es también una gran salvaguardia. Alguien me dijo: <<íNo haga trabajar tanto a sus sacerdotes!>>, pero, ay, el sacerdote muere por el trabajo o muere por el vicio. Terminó con la recomendación, que le era tan familiar, de cuidar mucho las vocaciones, y sugirió tres medios: hablar a menudo de la vocación, sacar en las conversaciones el tema de las misiones y mandar leer las cartas de los misioneros. Aquí justamente debería acabar el capítulo, pero hay que añadir todavía más cosas. Tras un mes largo de ausencia del Oratorio, don Bosco sentía necesidad de dirigir una palabra especial a los muchachos y a los novicios. Absorbido por las conferencias y conversaciones con los directores, amén del despacho de ciertos asuntos urgentes y la contestación de mucha correspondencia atrasada, no había podido encontrar todavía tiempo para lo uno ni para lo otro. Nos parece que(**Es13.81**))
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