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((**Es13.783**) 11 Discurso de monseñor Aneyros en el Oratorio Señores, si a un extranjero le fuere permitido en esta apreciable reunión hablar el idioma de su tierra, ciertamente me resultaría agradable deciros las maravillas que Dios opera en todos los tiempos y entre todas las gentes y que nos manifiestan el amor que nos tiene. No ha lugar a duda que las tendencias de nuestro siglo están dirigidas hacia el mal, y, con tenaz persistencia de los malos, se trabaja para corromper los tiernos corazones de los jovencitos, de aquellos, digo, que fueron llamados por nuestro Redentor a su divino abrazo, como la porción elegida de su herencia. A pesar de ello, los tristes esconden sus malvadas intenciones, anunciándose a todo el mundo como favorecedores del progreso, de la instrucción, de la educación y de la libertad. A tal fin abren escuelas y colegios por doquiera. Pero >>qué instrucción es la que allí se da? Temblamos por la generación que se forma en la escuela de los maestros de la falsa ciencia; porque la ciencia que no va acompañada de la virtud, llena de orgullo y pervierte hasta los mejores ingenios, que sin el áncora de la virtud son arrastrados por las ondas del mar falaz de esta vida. La virtud y la instrucción en los tiempos procelosos que corren, es aprovechada por lo malos, y no puede abrirse camino cuando debería; porque el medio para extenderse en las actuales circunstancias está colocado por Dios en la instrucción. Las artes y oficios las hacen servir los enemigos de Dios para sus malvadas teorías tendentes a materializar al proletariado, que es el más numeroso, y además el más fácil para la seducción. Pero, gracias a Dios, fueron desde sus orígenes ennoblecidas y sacrificadas por el Hombre-Dios y son protegidas después por todos los Papas y dirigidas a la virtud por los valerosos campeones del catolicismo. De ello nos ofrece ((**It13.926**)) una espléndida prueba este santo lugar, donde las artes cristianas tienen asilo y son oportunamente dirigidas al desarrollo de las fuerzas físicas del muchacho y a despertar y asegurar en él las virtudes que necesita para ser un buen ciudadano y un óptimo cristiano. Si me fuera permitido dar un consejo, o mejor, expresar un deseo de mi corazón, diría que los reverendos padres de la Congregación Salesiana, elegidos por Dios para formar las nuevas generaciones, continúen con el sistema emprendido de educación, y que nunca se separen de él por cambiar de tiempo y lugar, ya que es el mejor de los mejores, el que corresponde a las exigencias de la edad presente, y el remedio para curar las llagas de la falsa ciencia, que, por castigo de Dios, se ha introducido a través de los enciclopedistas por todo el mundo de hoy. Señores, continuad las obras que habéis emprendido, y Dios os bendecirá en el tiempo y en la eternidad. Al volver a las remotas tierras del Río de la Plata, llevaré conmigo el gratísimo recuerdo de estas fiestas; y estad seguros de que jamás las olvidaré. Querría manifestar también al reverendo Superior de la Congregación Salesiana la ardiente gratitud que le profeso, y darle una prueba de mi ilimitado respeto; pero, ya que no me es dado, por mi condición de pobre peregrino, me limitaré a recomendar la obra de la Congregación Salesiana a la caridad ardiente de los egregios católicos de Turín, que deben amarla como una obra verdaderamente divina, tanto más que nació aquí por favor especial del cielo. Ruego a la omnipotente Madre de Dios, aquí venerada con el título de María Auxiliadora, que bendiga su floreciente obra y la propague por todas partes. Reverendos salesianos, ya que no podré recibir cada día noticias del progreso de (**Es13.783**))
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