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Discurso de monseñor Aneyros en el
Oratorio
Señores, si a un extranjero le fuere permitido
en esta apreciable reunión hablar el idioma de su
tierra, ciertamente me resultaría agradable
deciros las maravillas que Dios opera en todos los
tiempos y entre todas las gentes y que nos
manifiestan el amor que nos tiene. No ha lugar a
duda que las tendencias de nuestro siglo están
dirigidas hacia el mal, y, con tenaz persistencia
de los malos, se trabaja para corromper los
tiernos corazones de los jovencitos, de aquellos,
digo, que fueron llamados por nuestro Redentor a
su divino abrazo, como la porción elegida de su
herencia. A pesar de ello, los tristes esconden
sus malvadas intenciones, anunciándose a todo el
mundo como favorecedores del progreso, de la
instrucción, de la educación y de la libertad.
A tal fin abren escuelas y colegios por
doquiera. Pero >>qué instrucción es la que allí se
da? Temblamos por la generación que se forma en la
escuela de los maestros de la falsa ciencia;
porque la ciencia que no va acompañada de la
virtud, llena de orgullo y pervierte hasta los
mejores ingenios, que sin el áncora de la virtud
son arrastrados por las ondas del mar falaz de
esta vida.
La virtud y la instrucción en los tiempos
procelosos que corren, es aprovechada por lo
malos, y no puede abrirse camino cuando debería;
porque el medio para extenderse en las actuales
circunstancias está colocado por Dios en la
instrucción. Las artes y oficios las hacen servir
los enemigos de Dios para sus malvadas teorías
tendentes a materializar al proletariado, que es
el más numeroso, y además el más fácil para la
seducción. Pero, gracias a Dios, fueron desde sus
orígenes ennoblecidas y sacrificadas por el
Hombre-Dios y son protegidas después por todos los
Papas y dirigidas a la virtud por los valerosos
campeones del catolicismo. De ello nos ofrece
((**It13.926**)) una
espléndida prueba este santo lugar, donde las
artes cristianas tienen asilo y son oportunamente
dirigidas al desarrollo de las fuerzas físicas del
muchacho y a despertar y asegurar en él las
virtudes que necesita para ser un buen ciudadano y
un óptimo cristiano. Si me fuera permitido dar un
consejo, o mejor, expresar un deseo de mi corazón,
diría que los reverendos padres de la Congregación
Salesiana, elegidos por Dios para formar las
nuevas generaciones, continúen con el sistema
emprendido de educación, y que nunca se separen de
él por cambiar de tiempo y lugar, ya que es el
mejor de los mejores, el que corresponde a las
exigencias de la edad presente, y el remedio para
curar las llagas de la falsa ciencia, que, por
castigo de Dios, se ha introducido a través de los
enciclopedistas por todo el mundo de hoy.
Señores, continuad las obras que habéis
emprendido, y Dios os bendecirá en el tiempo y en
la eternidad.
Al volver a las remotas tierras del Río de la
Plata, llevaré conmigo el gratísimo recuerdo de
estas fiestas; y estad seguros de que jamás las
olvidaré.
Querría manifestar también al reverendo
Superior de la Congregación Salesiana la ardiente
gratitud que le profeso, y darle una prueba de mi
ilimitado respeto; pero, ya que no me es dado, por
mi condición de pobre peregrino, me limitaré a
recomendar la obra de la Congregación Salesiana a
la caridad ardiente de los egregios católicos de
Turín, que deben amarla como una obra
verdaderamente divina, tanto más que nació aquí
por favor especial del cielo.
Ruego a la omnipotente Madre de Dios, aquí
venerada con el título de María Auxiliadora, que
bendiga su floreciente obra y la propague por
todas partes.
Reverendos salesianos, ya que no podré recibir
cada día noticias del progreso de
(**Es13.783**))
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