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II
Aplicación del sistema
preventivo
La práctica de este sistema está apoyada en las
palabras de San Pablo: La caridad es benigna y
paciente... Todo lo sufre, todo lo espera y lo
soporta todo (1 Cor 13,4.7).
Por consiguiente, solamente el cristiano puede
practicar con éxito el sistema preventivo. Razón y
religión son los medios de que ha de valerse
continuamente el educador, enseñándolos y
practicándolos si desea ser obedecido y alcanzar
su fin.
1) El director debe, en consecuencia, vivir
consagrado a sus educandos y no aceptar nunca
ocupaciones que le alejen de su cargo; aún más: ha
de encontrarse siempre con sus alumnos de no
impedírselo graves ocupaciones, a no ser que estén
por otros debidamente asistidos.
2) Los maestros, los jefes de taller y los
asistentes han de ser de acrisolada moralidad.
Procuren evitar, como la peste, toda clase de
aficiones o amistades particulares, con los
alumnos, y recuerden que el desliz de uno solo
puede comprometer a un instituto educativo. Los
alumnos no han de estar nunca solos. Siempre que
sea posible, los asistentes han de llegar antes
que los alumnos a los sitios donde tengan que
reunirse, y estar con ellos hasta que vayan otros
a sustituirlos en la asistencia; no los dejen
nunca desocupados.
3) Debe darse a los alumnos amplia libertad de
saltar, correr y gritar a su gusto. La gimnasia,
la música, la declamación, ((**It13.921**)) el
teatro, los paseos, son medios eficacísimos para
conseguir la disciplina y favorecer la moralidad y
la salud. Procúrese únicamente que la materia de
los entretenimientos, las personas que intervienen
y las conversaciones que sostengan, no sean
vituperables. Haced lo que queráis, decía el gran
amigo de la juventud San Felipe Neri; a mí me
basta que no cometáis pecados.
4) La confesión y comunión frecuente y la misa
diaria son las columnas que deben sostener el
edificio educativo del cual se quieran tener
alejados la amenaza y el palo. No se ha de obligar
jamás a los alumnos a frecuentar los santos
sacramentos; pero sí se les debe animar y darles
comodidad para aprovecharse de ellos. Con ocasión
de los ejercicios espirituales, triduos, novenas,
pláticas y catequesis, póngase de manifiesto la
belleza, sublimidad y santidad de una religión que
ofrece medios tan fáciles, como son los santos
sacramentos, y a la vez tan útiles para la
sociedad civil, para la tranquilidad del corazón y
para la salvación de las almas. Así quedarán los
muchachos espontáneamente prendados de estas
prácticas de piedad y las frecuentarán de buena
gana y con placer y fruto 1.
1 No hace mucho tiempo que un ministro de la
reina de Inglaterra, visitando un colegio de
Turín, fue conducido a una amplia sala donde
estudiaban unos quinientos jóvenes. Fue grande su
maravilla cuando observó tan gran multitud de
chicos en perfecto silencio y sin asistentes. Se
maravilló aún más al saber que a lo largo del año
no se había registrado ninguna palabra que
distrajera, ningún motivo para infligir ni
amenazar ningún castigo. <<->>Cómo es posible
obtener tanto silencio y tanta disciplina?,
preguntó. Díganmelo. Y vos -añadió al secretario-
tomad nota de cuanto se diga. -Señor, respondió el
director del centro, el medio que usamos nosotros,
no pueden usarlo ustedes. ->>Por qué? -Son arcanos
revelados solamente a los católicos. ->>Cuáles
son? -La frecuente confesión y comunión y la misa
diaria bien oída. -Tiene usted razón, nos faltan
estos medios de educación. >>No pueden ser
suplidos por otros? -Si no se usan estos recursos
religiosos, hay que recurrir a las amenazas y al
palo. -Tiene usted razón. Tiene usted razón. O
religión o palo; lo contaré en Londres>>.
La tradición reconoció siempre en este ministro
a Lord Palmerston. El 20 de diciembre de
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