((**Es13.778**)
correspondiente castigo. Basándose en este
sistema, la palabra y la mirada del superior deben
ser en todo momento, mas que severas,
amenazadoras. El mismo superior debe evitar toda
familiaridad con los subordinados.
El director, para aumentar su autoridad, debe
dejarse ver raras veces por los que de él
dependen, y, en general, sólo cuando se trate de
imponer castigos o de amenazar.
Este sistema es fácil, poco trabajoso y sirve
principalmente para el ejército y, en general,
para los adultos juiciosos, en condición de saber
y recordar las leyes y prescripciones.
Diverso, y casi diré opuesto, es el sistema
preventivo. Consiste en dar a conocer las
prescripciones y reglamentos de un instituto y
vigilar después de manera que los alumnos tengan
siempre sobre sí el ojo vigilante del director o
de los asistentes, los cuales, como padres
amorosos, hablen, sirvan de guía en toda
circunstancia, den consejos y corrijan con
amabilidad; que es como decir: consiste en poner a
los alumnos en la imposibilidad de faltar.
Este sistema descansa por entero en la razón,
en la religión y en el amor; excluye, por
consiguiente, todo castigo violento y procura
alejar aun los suaves.
El sistema preventivo parece preferible por las
razones siguientes:
1) El alumno, avisado según este sistema, no
queda avergonzado por las faltas cometidas, como
acaece cuando se las refieren al superior. No se
enfada por la corrección que le hacen ni por los
castigos con que le amenazan, o que tal vez le
imponen; porque éste va acompañado siempre de un
aviso amistoso y preventivo, que lo hace
razonable, y termina, ordinariamente, por ganarle
de tal manera el corazón, que él mismo comprende
la necesidad del castigo y casi lo desea.
2) La razón más fundamental es la ligereza
juvenil, por la cual fácilmente olvida las reglas
disciplinarias y los castigos con que van
sancionadas. A esta ligereza se debe sea, a
menudo, culpable el jovencito de una falta y
merecedor de un castigo al que no había nunca
prestado atención y del que no se acordaba en el
momento de cometer la falta; y ciertamente no la
habría cometido si una voz amiga se lo hubiese
advertido.
3) El sistema represivo puede impedir un
desorden, mas con dificultad hacer mejores a los
que delinquen. Se ha observado que los alumnos no
se olvidan de los castigos que se les han dado; y
que, por lo general, conservan rencor, ((**It13.920**))
acompañado del deseo de sacudir el yugo de la
autoridad y aun de tomar venganza. Parece a veces
que hacen caso omiso; mas quien sigue sus pasos
sabe muy bien cuán terribles son las
reminiscencias de la juventud; y cómo olvidan
fácilmente los castigos que les han dado los
padres, mas, con mucha dificultad, los que les
imponen los maestros. Algunos ha habido que
después se vengaron brutalmente de castigos que
les dieron cuando se educaban.
El sistema preventivo, por el contrario, gana
al alumno, el cual ve en el asistente a un
bienhechor que le avisa, desea hacerle bueno y
librarle de sinsabores, de castigos y de la
deshonra.
4) El sistema preventivo dispone y persuade de
tal modo al alumno, que el educador podrá, en
cualquier ocasión, ya sea cuando se educa, ya
después, hablarle con el lenguaje del amor.
Conquistado el corazón del discípulo, el educador
puede ejercer sobre él gran influencia y avisarle,
aconsejarle y corregirle, aun después de colocado
en empleos, en cargos o en ocupaciones
comerciales.
Por éstas y otras muchas razones, parece debe
prevalecer el sistema preventivo sobre el
represivo.
(**Es13.778**))
<Anterior: 13. 777><Siguiente: 13. 779>