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Dos cartas del conceptino Monti a
don Bosco
A
Rvmo. Padre Juan:
Siento no haber podido escribirle en seguida,
como era mi deber, sin otro motivo que la falta de
tiempo. Mientras me encontraba en perfecta
tranquilidad en mi residencia de Orte desde hace
nueve años, recibí expresa invitación de nuestro
protector, Su Excelencia monseñor Fiorani, para
trasladarme a Roma, porque debía hablarle de cosas
referentes al Instituto. El contenido de la
llamada era que me cargase con el peso de Superior
del Instituto, ya de acuerdo con vuestra
reverendísima paternidad. Rehusé tal propuesta
conociendo mi poquedad para tan gran
responsabilidad: tanto más que yo conozco desde la
implantación del Instituto, el difícil peso que
debe soportar el Superior de esta familia. Pero
nuestro insigne Protector me allanó toda
dificultad y, en consecuencia, incliné la cabeza a
la obediencia, seguro de cumplir la voluntad de
Dios, sometiéndome a la voluntad de mis
superiores. En consecuencia, el deber me manda
acudir, no sólo por deber mío, sino en nombre de
todos mis hermanos, a rendir a V. Rvma. paternidad
los homenajes por el gran favor que presta a este
nuestro Instituto, y, por ende, a nosotros los
pobres hermanos conceptinos. Ciertamente, no
poseemos palabras suficientes para agradecer a V.
Rvma. paternidad el trabajo que presta para
mejorar nuestra condición; y no tenemos cómo
poderle recompensar: pero, tendrá la eterna
retribución de Dios y nuestra Madre Inmaculada.
Hasta ahora no he tenido la suerte de poderle
conocer, pero veo al Padre por las obras del Hijo.
Sin embargo, espero tener la suerte, muy pronto,
de besar su mano sagrada y recibir su paternal
bendición, juntamente con mis hermanos. ((**It13.908**))
Reciba, mientras tanto, mi más sinceros saludos;
y, al besar su sagrada mano, pido para mí y para
todos mis hermanos su paternal bendición;
profesándome con veneración y aprecio,
De Vuestra Rvma. Paternidad,
Roma, 11 de marzo de 1877.
Su
obediente hijo en J. C.
Fr.
LUIS M.¦ MONTI, de Milán
Hospitalario Conceptino
B
Rvmo. Padre:
Perdonará si me tomo la confianza de manifestar
a Vuestra Paternidad los azares de mi vida,
dándole a conocer al mismo tiempo las necesidades
de nosotros los hermanos Hospitalarios
Conceptinos: a fin de que, cual padre amoroso,
ayude cuanto pueda a resurgir y florecer a este
atribulado Instituto de María Santísima
Inmaculada. No puede imaginarse los trastornos y
disgustos que me toca pasar con el cargo que me
han dado de superior. El tener que extirpar la
cizaña ha costado mucho trabajo; en casi dos meses
ha habido que despachar del Instituto a ocho
hermanos, y casi a veinte empleados. El desorden
era intolerable y los escándalos se convertían en
públicos. Pero ahora, con la ayuda de Dios, se
goza un poco de paz, y empieza a verse el orden.
(**Es13.768**))
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