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ejercicios espirituales en las Hijas de San
Vicente de la Pequeña Casa, donde era superior el
canónigo Anglesio. Dignísimo sucesor del
Cottolengo, hacía mucho tiempo que conocía y
apreciaba a don Bosco 1.
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Después de la última plática de don Julio Barberis
fue a la sacristía para saludarle y darle gracias.
Don Julio Barberis se creyó en el deber de
dárselas a él, porque hacía rezar a la comunidad
por la curación de los ojos de don Bosco; después,
añadió que todos los Salesianos esperaban tener
pronto la satisfacción de ver en los altares al
venerable Cottolengo. En cuanto oyó esto, el santo
varón, que no acostumbraba a mirar a nadie a la
cara, miróle a él fijamente, púsole la mano sobre
el brazo y, apretándole dos veces, le dijo con un
acento casi inspirado:
-Sí, esperemos, esperemos, y tras él don Bosco.
La palabra corrió en seguida por el Oratorio,
donde fue tenida como profética, sobre todo por
quien sabía lo mesurado que era el canónigo
Anglesio al hablar. Los sucesos respondieron al
augurio, pronóstico, vaticinio o como se quiera
llamar. Hoy la figura del Beato don Bosco
descuella sobre el fondo del pasado y frente al
presente; por lo que es universal y fervoroso el
deseo de que pronto la Iglesia cerque con la gran
aureola la cabeza de este su hijo glorioso.
1 Véase Apéndice doc. 65.
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