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doctrina de los apóstoles y probar cómo todos
ellos murieron para atestiguar la verdad de cuanto
habían escrito y enseñado, a saber, la vida y la
doctrina de Jesucristo. Después, narrar la
historia de los tres primeros siglos, de modo que
la narración tienda a probar que la Iglesia
siempre ha tenido la misma doctrina predicada por
los apóstoles y sellada con su sangre, mostrando
cómo los mártires dieron su vida para confirmar
precisamente aquellas verdades. Vendría, después,
el tercer período y aquí la cuestión se haría más
clara, mediante la sucesión ininterrumpida de los
Sumos Pontífices, demostrándose, al mismo tiempo,
que la doctrina sostenida durante todos los siglos
ha sido siempre la predicada y sellada con la
sangre de los apóstoles, la misma por la que
murieron los mártires...
Al llegar aquí nuestro guía nos abandona y nos
advierte solamente que <>, pero que, <>, debe
cortar sus apuntes.
El tema de los estudios se conectó, como es
natural, con el cuidado de la biblioteca. Don
Bosco apreciaba mucho la biblioteca del Oratorio:
hemos tenido pruebas de ello en las conferencias
con los directores. El 2 de diciembre, paseando y
charlando allí con don Julio Barberis, exclamó:
-Este salón está lleno de libros y es bastante
amplio; sin embargo, habrá que agrandarlo ((**It13.893**)) para
dar puesto a otros muchos volúmenes.
>>Quién lo habría dicho? Han pasado casi treinta y
tres años, desde que el pobre don Bosco llegó a
este lugar. Traía toda su biblioteca en una cesta:
allí estaban los breviarios, unos libros de
predicación, y eso era todo. Ha sucedido en esto
lo mismo que en todo. Es ahora un gran salón, al
lado está la otra habitación, y no bastan, sino
que hay que ampliar más.
Díjole don Julio Barberis que se trataba de
colocar una estufa en el salón grande y una
protección ante las estanterías, para evitar tomar
libros sin permiso del bibliotecario; y después
irían allí a estudiar los sacerdotes y los
profesores.
-Cuando una cosa es necesaria, hágase,
respondió don Bosco; pero no se hable de estufa.
En el Seminario nosotros no vimos nunca estufas en
ninguna parte, ninguno se lamentaba, y se iba
adelante muy bien. Ahora hay en casa la manía del
calor y yo pierdo la paciencia para que no se
gaste en esto el dinero. Cuando en una habitación
bien cerrada, hay varios, qué necesidad hay de
calor.
Las abundantes comodidades del vivir presente,
redoblan en nosotros la admiración por las
austeras costumbres de nuestros padres.
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