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Bosco se quedó en la antecámara. Omitimos, por las
debidas consideraciones, el diálogo que se
desarrolló, cuando Macchi vio allí a don Bosco. A
la salida del Cardenal, el Papa concedía audiencia
pública, de modo que ((**It13.866**)) no
podía entretenerse con el Beato. Su Eminencia,
oído el incidente, se molestó, reprobó la
actuación del Maestro de Cámara y le amenazó con
los efectos de su indignación, si continuaba
oponiéndose de aquel modo a don Bosco. Finalmente,
el 16 de marzo, como ya hemos narrado, el Siervo
de Dios pudo encontrarse a solas, por vez primera,
ante León XIII.
36. Al conde Cays
El Conde, después de la muerte de don César
Chiala, dirigía las Lecturas Católicas y se
cuidaba de las ediciones de las obras religiosas.
Llevaba entonces entre manos Fabiola, que se
publicó, por vez primera en la imprenta del
Oratorio, el año 1878. He aquí el relato de por
qué don Bosco le hace unas recomendaciones.
Mi querido señor Conde:
También a mí me parece ya demasiado larga mi
ausencia de Turín. Espero que, dentro de pocos
días, podré regresar.
Ya sé que tiene mucho que hacer, pero soy del
parecer de que Dios posee muchos medios para
recompensarnos, sobre todo en nuestro caso, cuando
el trabajo es todo para su mayor gloria.
En cuanto al relato histórico del siglo III,
pensamos que no haya nada que pueda herir
moralmente la tierna y mudable mentalidad de la
juventud, y tampoco la política del día. Lo dejo
todo a su prudencia.
Es cierto que deberá retardar algo la recepción
de sus órdenes, pero creo que, para Pentecostés,
podrá ser ordenado de Presbítero.
Nuestras dificultades se van allanando, con
gran suerte para nosotros y creo que también para
gloria de Dios.
Señor Conde, cuánto trabajo y cuántas almas
para salvar en este mundo y en el otro, íes decir
en Europa y en América!
Pero, mientras voy viendo el gran trabajo que
la divina Providencia nos va preparando, le
recomiendo mucho que cuide su salud hasta en los
más pequeños detalles. Todo lo que en este sentido
haga para sí, lo entiendo como hecho para mí.
Ruégole salude de mi parte a los maestros
Morganti, Marchisio, Vacchina y Luca, y al amigo
abogado Miguel Rossi. Si puede hablar algún
momento con él, me hará un gran favor.
Recomiendo finalmente mi pobre alma a la
caridad de sus oraciones, y pido al cielo para
usted salud y santidad. Amén.
Roma, 14-3-78.
Afmo. amigo
JUAN BOSCO, Pbro.
(**Es13.735**))
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