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Congregación. Sin embargo, las cosas no marchaban
fácilmente como el curso anterior, porque los
alumnos pasaban del centenar. Al principio le
sucedió un caso de insubordinación. Un muchacho,
destinado a la primera inferior, no quiso ir a
ella y los superiores no actuaban. El maestro,
después de haberle exhortado inútilmente a
obedecer, se le acercó, le agarró con ásperos
modales y lo sacó fuera del banco. Pero el
bribonzuelo, que hacía poco que había entrado en
el Oratorio, levantó las manos como para pegarle.
Entonces Vacchina lo agarró de la solapa y lo echó
fuera de clase, diciendo:
-íNo volverás a entrar, si no pides perdón!
El consejero escolástico lo envió de nuevo a
clase, pero el maestro lo puso a la puerta; volvió
el prefecto ((**It13.830**)) a
enviarlo, pero aquél volvió a echarlo; envióle
también el Director, pero erre que erre, el
maestro se mantuvo tieso. Entonces don Bosco le
mandó llamar y le preguntó:
->>Por qué has resistido a los Superiores? Esto
no marcha bien, >>comprendes?
-Oiga, don Bosco. El muchacho ese se volvió
contra mí, amenazándome delante de todos los
alumnos, que quedaron escandalizados.
Tengo ciento diez alumnos y no se puede bromear,
si quiero estar en mi sitio. Los superiores saben
los sucedido y conocen la condición, que no me
parece injusta. >>Por qué no le hacen obedecer?
-Pero tú le has puesto las manos encima, y
quien pone las manos encima, pierde el derecho a
tener razón.
-Si no hubiere obrado así, no habría salido. Yo
no siento ningún rencor contra él, más aún, le
aprecio. Pero él debe reparar el mal cometido y el
escándalo dado. Con una clase tan numerosa, con
discípulos aún mayores que yo, no puedo transigir.
-Pero si presenta excusas, no le
mortificarás...
-No, don Bosco. Deseo que venga, y me duele en
el alma todo lo que he hecho con los Superiores.
-Pues bien, envíame al muchacho.
El muchacho, después de oír las exhortaciones
de don Bosco, obedeció de buenas maneras, entró en
clase y, a partir de entonces, siempre se portó
afectuosamente con el maestro.
Durante el curso escolar 1878-79 se le asignó a
Vacchina el segundo curso de bachiller, con ciento
treinta alumnos, bastante mal preparados; entre
los que habían subido de la primera inferior había
bastantes no aprobados, y de los de la primera
superior solamente estaban los que no eran aptos
para saltar al segundo curso, como se decía en la
jerga corriente. Una clase, en fin, que presentaba
serias dificultades. Después de las primeras
semanas no sabía el maestro a qué santo
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