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Llegó a enterarse el Beato de que otro
coadjutor que estaba en Buenos Aires, Bartolomé
Scavini, vacilaba un poco en la vocación.
Preocupado por su suerte, le escribió esta
cartita:
<((**It13.825**)) a
América, eres un gran confidente de don Bosco, >>y
vas a volver ahora al mundo, donde hay tantos
peligros de perversión? Espero que no cometerás
este error. Escríbeme las razones que te
desasosiegan, y yo, como padre, daré a mi hijo
querido los consejos que le harán feliz en el
tiempo y en la eternidad>>.
Scavini readquirió la calma y perseveró.
En América también, en San Nicolás, pasó a la
eternidad, en el mes de febrero de 1878, el
coadjutor Carlos Barberis, que había partido con
la segunda expedición. Era hijo de una familia de
agricultores acomodados, y se había hecho
salesiano a los veintiún años, empujado por el
sincero deseo de la vida religiosa.
Antes de seguir adelante, nos detendremos un
poco para observar cómo iba don Bosco formando su
personal. Es un caso que podemos escribir en sus
más pequeños detalles, aprovechando un documento
que se conserva en nuestros archivos; se trata de
un caso único, sin embargo muy útil para conocer
el espíritu y los métodos del Beato, mas no para
generalizar, como si, en todos los casos, obrase
precisamente así. Tenemos esta prueba preciosa en
la
Historia de un clérigo.
El clérigo Bernardo Vacchina, alumno del
Oratorio, vistió la sotana en otoño de 1876; don
Bosco le permitió que se la impusieran en el
pueblo, ya fuera para dar un gusto a su madre y al
párroco, ya fuera, como él dijo, para dar un buen
ejemplo. Quedóse unos días en casa el nuevo
clérigo y fue luego a hacer los ejercicios a
Lanzo, donde asistió a la imposición de sotana de
cuarenta compañeros suyos. Al fin de los
ejercicios, quedáronse éstos todavía una temporada
en Lanzo, y, en cambio, Vacchina fue enviado al
Oratorio para asistir a los recién llegados, que
eran ciento setenta. No debió hacer mal su papel,
pues, al comenzar el noviciado, le confiaron la
asistencia ordinaria del primer curso superior de
bachillerato, de modo que dividía las horas de su
jornada entre esta ((**It13.826**))
ocupación y la vida de los novicios. Así
transcurrió algún tiempo del curso 1876-77, hasta
que un día le dijo don Bosco después de la
confesión:
(**Es13.699**))
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