((**Es13.687**) -No
tengo ninguna inclinación especial hacia un
colegio para los hijos de las familias señoriales.
La razón que nos obligó a tenerlo hasta ahora es
que, ualmente, no hay en Italia ni un solo colegio
civil, donde los padres puedan colocar a sus hijos
con la seguridad de que la moralidad estará a
salvo: y es más, donde se cultiven las vocaciones.
En efecto, él pudo dar los nombres de cinco
procedentes de Valsálice, que ya eran clérigos en
el seminario o bien en el Oratorio.
-Estas razones, concluyó, fueron las únicas que
nos han animado a conservarlo hasta el presente y
son las únicas que debemos tener ante los ojos
para decidirnos en un sentido o en otro.
Con la misma fecha desfilan ante nuestros ojos
en las actas del Capítulo Superior diversos
nombres de seminaristas, que aguardaban en el
Oratorio una decisión, para ser admitidos ((**It13.811**)) o no
como novicios. La opinión general de los
capitulares se inclinaba por la parte del rigor,
sobre todo porque no había manera de someterlos a
un período de prueba aparte de los demás. Don
Bosco intervino con dos observaciones:
-Haría falta, dijo, ser más rigurosos a la hora
de aceptar clérigos o sacerdotes en la
Congregación; pero hay que observar dos cosas. La
primera es que conviene seguir la táctica de san
Pablo: probar a todos y quedarse solamente con los
buenos; por eso hay que ser liberales a la hora de
aceptar. En segundo lugar, no se acepten estos
individuos sin pedir antes informe seguro a quien
compete.
El 13 de diciembre, después del almuerzo, don
Bosco contó a don Julio Barberis y a otros cuatro
jóvenes que le rodeaban el siguiente sueño sobre
las vocaciones:
-Me pareció encontrarme en I Becchi, delante de
mi casa, cuando he aquí que me fue presentado un
gracioso canasto. Miré en su interior y comprobé
que contenía unas palomas, pero pequeñas y sin
plumas. Volví a mirar y me di cuenta de que en
poco tiempo les habían crecido las plumas,
cambiando por completo de aspecto. A tres de ellas
les habían salido unas plumas tan negras que
parecían cuervos. Maravillado, me dije a mí mismo:
-Aquí hay alguna brujería.
Y miraba a mi alrededor para ver si había por
allí algún hechicero.
Entretanto, me percaté de que las palomas
habían levantado el vuelo y las vi alejarse por
los aires. Mas uno que estaba allí cerca, tomó una
escopeta, apuntó y disparó. Dos de las palomas
cayeron a tierra, pero la tercera se alejó. Yo
sentí una gran pena y, acariciándolas, decía:
-íPobres animalitos!
Mientras las examinaba, he aquí que de repente,
no sé cómo, se
(**Es13.687**))
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