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((**Es13.686**) había afrontado de forma decisiva hasta entonces, ya que sobre este particular se iba actuando muy sencillamente. Nunca faltaban clérigos con vocación dudosa y, por consiguiente, de conducta menos que mediocre; pero, sin embargo, se les toleraba en casa con cierta facilidad. Cuando el número de irregulares es pequeño, las irregularidades se advierten más deprisa, lo que constituye por sí mismo un freno; además, era en tiempos en los que don Bosco gozaba de más libertad para atender a sus clérigos, y podía llamar a tiempo a quien lo necesitase y así enderezarlo. Pero, entonces, los Superiores propusieron y don Bosco asintió, que había que sacar a tales clérigos, entendiendo que era mejor liberarse inmediatamente de ellos que dejar penetrar por su causa la relajación en los demás. La solución no agradaba a todos; pero, ante la necesidad, hubo que tomarla. Así como don Bosco se mostraba exigente en la conducta moral, era, en cambio, de manga ancha de cara a las cuestiones económicas. El joven Atilio Vercellini, que entró en casa desde el oratorio festivo, permaneció en ella dos años y medio, hasta que su padre lo retiró, porque no podía seguir pagando la pensión. Siguió sus estudios en el instituto Cavour y, una vez terminados, no contaba con medios para continuar y no lograba encontrar un empleo. Don Julio Barberis que le había aceptado en el oratorio festivo y no le ((**It13.810**)) perdía de vista, como viera en él buenas condiciones para sacerdote, le sugirió que escribiera a don Bosco, para que lo aceptase entre los clérigos. El Beato, seguidor del omnia probate, quod bonum est tenete (probadlo todo y quedaos lo que es bueno), le dijo: -Ven a confesarte mañana; después, te diré si tu vocación es para el estado eclesiástico. Fue el joven, se confesó y le aconsejó que vistiera la sotana clerical. Quedó muy contento, pero hizo notar que sus padres no podían pagar nada por él y, más aún, que nunca habrían saldado las deudas anteriores. Don Bosco le aceptó gratuitamente. Solamente le envió a buscar algo de su ajuar personal. Pero los padres le despidieron con las manos vacías, sin dejarle llevarse ni siquiera sus libros. Don Bosco no hizo caso. <>. Ello no impedía, sin embargo, que pidieran ingresar en la Sociedad jóvenes de familias pudientes, y aun nobles, como más adelante veremos. Aquí solamente diremos que la consideración de las vocaciones pesó mucho para inducir a don Bosco a conservar el colegio de Valsálice, a pesar de las dificultades. El 27 de diciembre dijo a los miembros del Capítulo Superior: (**Es13.686**))
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