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((**Es13.685**) negocios temporales; más aún, no solamente dice, no se ocupe de ellos, sino que non implicet se, esto es, no se entremeta; non implicet se negotiis saecularibus (no se entremeta en asuntos seculares). Las palabras son claras. Y un Santo Padre añade que lo que posee el sacerdote es patrimonio de los pobres: no es, por tanto, suyo lo que dicen los otros que lo es, sino que es de los pobres. Sus trabajos son para Dios, los medios para cumplir su misión son de Dios y por consiguiente, también las ganancias deben ser de Dios y, por tanto, de los pobres. Así que, el sacerdote no debe tender más que a la salvación de las almas. Se requiere un fin en el que desea ser sacerdote. Lo que, además, puedo deciros es, que el que no se siente llamado al estado eclesiástico, no piense siquiera en hacerse sacerdote; no ganaría nada. El que no se sintiese con ánimo para conservar la virtud de la castidad, no está hecho para sacerdote: diríjase a otro estado; como sacerdote, se haría mal a sí mismo y a los demás. Os digo todo esto, ahora que tenéis tiempo para pensar en ello y para que toméis después una determinación que aproveche a vuestra alma. El pensamiento de don Bosco sobre este asunto se deduce de algunos hechos, que pertenecen al tiempo en que nos movemos. Después de los ejercicios de Lanzo, habían sido admitidos en el Oratorio algunos clérigos llegados de los seminarios, con intención de hacerse salesianos, y también varios alumnos de nuestros colegios, que, llegados algo tarde, pedían ingresar en la Congregación. Durante el Capítulo que se celebró el 4 de noviembre, para tratar de su admisión, don Juan Cagliero aprovechó la oportunidad para expresar esta idea: la Congregación no se ha hecho para quien desea expiar sus pecados, para esto ya están las órdenes contemplativas. Nosotros debemos recibir a quien se encuentra en situación de lanzarse en medio del mundo para trabajar por la salvación de las almas. Don Bosco dejó hablar y aprobó. Durante la misma sesión se vio también cuánto preocupaba a don Bosco el aumento de las vocaciones eclesiásticas ((**It13.809**)) en las diócesis. Había en casa dos seminaristas de Mantua, que querían hacer los cursos de filosofía, pero vestidos de paisano. Como no existía en el Oratorio un grupo de estudiantes al que acoplarlos, los Superiores dudaban si tenerlos o no; pero don Bosco quería hacer aquel servicio a la diócesis de Mantua tan necesitada. El Obispo, monseñor Rota, había sido blanco de la persecución y echado del palacio episcopal; tenía además, cerrado el seminario, de manera que no sabía cómo arreglárselas con sus seminaristas. Echarle una mano habría sido algo útil para la Iglesia. Por esto, el Siervo de Dios determinó que se encontrase la manera de tener en el Oratorio a aquellos dos jóvenes, aunque ello ocasionase alguna molestia. Y como él lo quiso, así se hizo. Examinóse en ella una tercera cuestión espinosa, que nunca se (**Es13.685**))
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