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amor de Dios, que el demonio nos encuentre siempre
ocupados porque multam malitiam docuit otiositas
(la ociosidad enseñó mucha maldad). Trabajemos con
todas nuestras fuerzas en el campo del Señor,
ayudémonos unos a otros en este trabajo,
animémonos con santo entusiasmo al servicio de
Dios, armémonos de gran ardor para promover su
gloria, de vivo celo para buscar todos los medios
con los que sostener cualquier sacrificio por la
salvación de las almas, y el demonio, al
encontrarnos siempre ocupados, no podrá hacernos
ningún daño. Hasta en el tiempo de recreo, andemos
en guardia para no estar desocupados y cumplir en
este tiempo nuestro deber, si estamos asistiendo,
y vigilar a los muchachos, presidir ((**It13.802**)) sus
juegos y tomar parte en ellos, observando que
ninguno se aleje del patio; y, el que no es
asistente, haga lo mismo, por cuanto le sea
posible, y también para éste sea el recreo un
verdadero descanso de la mente que disipe toda
pena, preocupación, pensamiento molesto o
peligroso.
-Pero íes que el cuerpo está cansado!
-Paciencia, íque lo esté! Procúrese solamente
no oprimirlo con demasiado cansancio, de modo que
pueda caer enfermo: y, por lo demás, trabaje,
trabaje, pero consérvese la más hermosa de las
virtudes.
3.° No tratar con demasiada delicadeza el
cuerpo. No quiere esto decir que no se le dé lo
necesario, sino que no se busque satisfacer su
gusto con los alimentos. San Pedro apóstol
advierte: Fratres, sobrii estote et vigilate
(Hermanos, sed sobrios y vigilantes). Pone el
sobrii estote aun antes del vigilate o del fortes
in fide (fuertes en la fe); porque el que no es
sobrio no puede vigilar, no puede ser fuerte en la
fe, no puede vencer al que circuit quaerens quem
devoret (da vueltas buscando a quién devorar). En
cambio, el que es sobrio puede vigilar y ser
fuerte y vencer al demonio. Actúa contra este
consejo el que se lamenta de la comida que
presentan en la mesa: el pan no está bien cocido
para él, la sopa no está bien hecha, el vino está
aguado, la carne no es buena, el cocido resulta
muy frugal o muy grasiento, quemado o sin hacer,
el queso no sabe a nada, la leche está bautizada,
etc. El que desea buenos bocados, el que busca en
ciertas ocasiones la manera de obtener esto o
aquello, y, peor, el que guarda bebidas,
golosinas, para satisfacer la gula, ése quiere
alimentar demasiado delicadamente el cuerpo. íAh!
No busquemos delicadezas para nuestro cuerpo.
Cómase lo que llega a la mesa, ya sea más o menos
bueno, y sin lamentos. Sólo hay que hacer
excepciones cuando un determinado alimento es
realmente nocivo para la salud. >>Que nos gusta un
plato? Bueno, diremos, aún queda otra cosa, comeré
de ella: hagamos una mortificación por amor de
Dios. >>Que la sopa está caldosa? Pondré pan.
>>Que está salada? Pondré agua. >>Que le falta
sal? En la mesa está el salero. Y si una comida no
gusta, comámosla igualmente; será algo agradable
al Señor. De este modo brillará el sobrii del
apóstol y frenaremos nuestro cuerpo.
>>Y por qué buscáis alimentar también a este
cuerpo? Dice el Espíritu Santo: Corpus quod
corrumpitur aggravat animam (El cuerpo que se
corrompe encona el alma). Decía un santo director
de almas, que el cuerpo debe ayudar al alma a
hacer el bien y debe servirle. El alma es la
señora del cuerpo. Nuestro cuerpo ha de
considerarse como un borrico de carga que debe
llevar al alma, porque al dueño le corresponde ir
montado. Pero íay si este dueño deja demasiada
libertad a su borrico! Cuando se alimenta
demasiado al cuerpo, entonces pretende mandar él
y, si le contenta en lo que pide, el alma queda
debajo y sería querer obligar al dueño a llevar al
borrico. El cuerpo en este caso deja de ser una
ayuda para convertirse en un impedimento. No
cometamos tal monstruosidad. Cada cosa guarde el
lugar establecido por Dios.
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Librémonos del mucho comer y especialmente del
demasiado beber. Muchos
(**Es13.680**))
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