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((**Es13.680**) amor de Dios, que el demonio nos encuentre siempre ocupados porque multam malitiam docuit otiositas (la ociosidad enseñó mucha maldad). Trabajemos con todas nuestras fuerzas en el campo del Señor, ayudémonos unos a otros en este trabajo, animémonos con santo entusiasmo al servicio de Dios, armémonos de gran ardor para promover su gloria, de vivo celo para buscar todos los medios con los que sostener cualquier sacrificio por la salvación de las almas, y el demonio, al encontrarnos siempre ocupados, no podrá hacernos ningún daño. Hasta en el tiempo de recreo, andemos en guardia para no estar desocupados y cumplir en este tiempo nuestro deber, si estamos asistiendo, y vigilar a los muchachos, presidir ((**It13.802**)) sus juegos y tomar parte en ellos, observando que ninguno se aleje del patio; y, el que no es asistente, haga lo mismo, por cuanto le sea posible, y también para éste sea el recreo un verdadero descanso de la mente que disipe toda pena, preocupación, pensamiento molesto o peligroso. -Pero íes que el cuerpo está cansado! -Paciencia, íque lo esté! Procúrese solamente no oprimirlo con demasiado cansancio, de modo que pueda caer enfermo: y, por lo demás, trabaje, trabaje, pero consérvese la más hermosa de las virtudes. 3.° No tratar con demasiada delicadeza el cuerpo. No quiere esto decir que no se le dé lo necesario, sino que no se busque satisfacer su gusto con los alimentos. San Pedro apóstol advierte: Fratres, sobrii estote et vigilate (Hermanos, sed sobrios y vigilantes). Pone el sobrii estote aun antes del vigilate o del fortes in fide (fuertes en la fe); porque el que no es sobrio no puede vigilar, no puede ser fuerte en la fe, no puede vencer al que circuit quaerens quem devoret (da vueltas buscando a quién devorar). En cambio, el que es sobrio puede vigilar y ser fuerte y vencer al demonio. Actúa contra este consejo el que se lamenta de la comida que presentan en la mesa: el pan no está bien cocido para él, la sopa no está bien hecha, el vino está aguado, la carne no es buena, el cocido resulta muy frugal o muy grasiento, quemado o sin hacer, el queso no sabe a nada, la leche está bautizada, etc. El que desea buenos bocados, el que busca en ciertas ocasiones la manera de obtener esto o aquello, y, peor, el que guarda bebidas, golosinas, para satisfacer la gula, ése quiere alimentar demasiado delicadamente el cuerpo. íAh! No busquemos delicadezas para nuestro cuerpo. Cómase lo que llega a la mesa, ya sea más o menos bueno, y sin lamentos. Sólo hay que hacer excepciones cuando un determinado alimento es realmente nocivo para la salud. >>Que nos gusta un plato? Bueno, diremos, aún queda otra cosa, comeré de ella: hagamos una mortificación por amor de Dios. >>Que la sopa está caldosa? Pondré pan. >>Que está salada? Pondré agua. >>Que le falta sal? En la mesa está el salero. Y si una comida no gusta, comámosla igualmente; será algo agradable al Señor. De este modo brillará el sobrii del apóstol y frenaremos nuestro cuerpo. >>Y por qué buscáis alimentar también a este cuerpo? Dice el Espíritu Santo: Corpus quod corrumpitur aggravat animam (El cuerpo que se corrompe encona el alma). Decía un santo director de almas, que el cuerpo debe ayudar al alma a hacer el bien y debe servirle. El alma es la señora del cuerpo. Nuestro cuerpo ha de considerarse como un borrico de carga que debe llevar al alma, porque al dueño le corresponde ir montado. Pero íay si este dueño deja demasiada libertad a su borrico! Cuando se alimenta demasiado al cuerpo, entonces pretende mandar él y, si le contenta en lo que pide, el alma queda debajo y sería querer obligar al dueño a llevar al borrico. El cuerpo en este caso deja de ser una ayuda para convertirse en un impedimento. No cometamos tal monstruosidad. Cada cosa guarde el lugar establecido por Dios. ((**It13.803**)) Librémonos del mucho comer y especialmente del demasiado beber. Muchos (**Es13.680**))
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