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-Pero yo os digo que puede muy bien haberlos.
El pasado debe servirnos de maestro para el
presente. El demonio cuenta con servidores en
todas partes. Muchas veces se va adelante por
largo tiempo y, después, uno advierte que fulano
era todo un lobo rapaz, y esto solamente después
de que la ruina de la grey fue bastante grande.
Había varios con nosotros en años pasados, cuya
apariencia era muy buena y ahora sólo Dios sabe lo
que son. Lo que quiere decir, que éstos no eran
realmente buenos, o, si lo eran, hubo quien,
poquito a poco, los hizo malos. Estos, a decir
verdad, y por una gracia especial de Dios, son
pocos, pero los hay.
-íTodos son buenos!, repiten algunos.
Mas la experiencia, y no el corazón, debe
amaestrarnos en ello. Y la experiencia nos enseña
que, entre los apóstoles, hubo un Judas y, en las
Ordenes religiosas más santas, siempre hubo
escoria. >>Y si apareciese algo de ello entre
nosotros, un Judas, como suele decirse? íAh,
lejos, muy lejos de nosotros los compañeros
peligrosos! Trátese, en cambio, con los buenos,
los que van con gusto a visitar al Santísimo
Sacramento, los que animan al bien: y nuestra
amistad trate por igual a todo compañero con la
misma caridad: pero húyase de los murmuradores, de
los criticadores, de los que buscan eximirse de
las prácticas de piedad, de los que quieren ser
exclusivos en sus amistades.
Si tomamos todas estas precauciones, será muy
difícil, por no decir imposible, que el demonio
pueda robarnos la virtud de la castidad. íAh,
cómo, ((**It13.801**)) y con
qué gusto se reiría el demonio, si ahora cayésemos
nosotros en sus manos.
->>Diste un adiós al mundo? nos diría
burlándose; >>renunciaste a mí y a mis lisonjas?
Mira, ahora de nuevo, a este nuestro religioso,
que quería hacerme la guerra y, a pesar de sus
propósitos, ha caído en la trampa, ísin ningún
trabajo por mi parte!
2.° Otra cosa que recomendaba san Felipe Neri
para poder estar seguros en la virtud de la
castidad, y no menos importante que la huida de
las compañías peligrosas, es la fuga del ocio.
-Ocio y castidad, decía, nunca pueden andar
juntos.
El ocio es un vicio que arrastra consigo muchos
otros. Es un ocioso el que no trabaja, el que
piensa en cosas no necesarias, el que duerme sin
necesidad. Cuando se ve a un compañero ocioso, hay
que temer en seguida por él: su virtud no está
segura. Tal es el que pierde tiempo en el estudio,
mira a las musarañas, bosteza en clase, busca en
seguida cómo apoyarse en la iglesia y en la
oración, duerme durante el sermón, y su momento
más deseado es cuando se acaban las funciones y
las horas de estudio; y, a lo mejor, ni siquiera
le gusta el tiempo de recreo.
íSi no trabajáis vosotros, trabaja el demonio!
El enemigo de las almas va dando vueltas siempre
alrededor, buscando cómo hacernos daño y, si ve a
uno desocupado, aprovecha inmediatamente la
ocasión propicia para cumplir sus planes. Vuestra
mente está allí fija sin pensar en nada; pero el
demonio suscita inmediatamente imaginaciones de
cosas vistas, oídas, leídas, sucedidas. >>Se sigue
estando ociosos? Estas imágenes se apoderan de la
mente, trabajan sin cesar, no se resiste a ellas y
la tentación triunfa. Aún hay mayor peligro cuando
uno descansa más de lo necesario y, especialmente,
cuando se tiene el capricho de descansar durante
el día. Yo encuentro muy peligroso el descanso de
después de comer; es típico de aquel demonio
meridiano del que habla la Sagrada Escritura, el
cual se insinúa hasta en las almas más buenas. Lo
sabe el pobre rey David. Es un momento en el que
el alma está menos preparada, y, en cambio, el
cuerpo harto está en aquel momento más preparado.
Entonces el demonio ocupa la imaginación, después
el entendimiento, y, por fin, abre camino a la
voluntad y he aquí que se deploran tristes caídas.
Estemos, pues, muy ocupados: es lícito leer,
estudiar, cantar, reír y saltar; mas, por
(**Es13.679**))
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