((**Es13.673**)
-De ahora en adelante, es preciso que bendiga a
los misioneros quince días antes de su partida...
Durante los años de las primeras expediciones,
la palabra Patagonia electrizaba las imaginaciones
juveniles de nuestras casas. El afortunado drama
de don Juan Bautista Lemoyne despertaba, y a la
vez alimentaba, este estado general del ánimo.
íCuántos había que soñaban entonces con aventuras
en medio de los <>!
Muchos, al pedir ser enviados a América, se
imaginaban que tenían que ir a correr aventuras
entre las tribus de los indios. Mas, para tomar
contacto con los habitantes del desierto, hubo que
esperar a que madurasen los tiempos y los hombres.
Don Santiago Costamagna, don José Fagnano, don
Luis Lasagna, desde Buenos Aires, desde San
Nicolás, desde Montevideo hacían correrías
misioneras a muchas leguas lejos de los centros, a
colonias perdidas por aquellos páramos sin fin,
mas sin tropezar con los salvajes. Y, sin embargo,
don Bosco quería que se apresurase la hora de la
redención de tantas almas que permanecían en las
tinieblas y en la sombra de la muerte.
((**It13.794**)) Dice
monseñor Costamagna 1 que <>-Ni tú, ni don Francisco Bodrato me
entendéis. Nosotros tenemos que ir a la Patagonia;
lo quiere el Padre Santo: lo quiere Dios. Muévete,
pues; preséntate al Gobierno Argentino; habla,
insta, para que se nos abra el camino de esa
misión>>.
Para secundar los deseos de don Bosco, monseñor
Aneyros estableció que su Secretario, monseñor
Espinosa, y dos salesianos partieran hacia Carhué
y la Patagonia, para intentar establecer la misión
entre los salvajes. Don Francisco Bodrato, que
estaba al frente de los salesianos, desde la
vuelta a Europa de don Juan Cagliero, aceptó con
gusto y eligió a don Santiago Costamagna y a don
Evasio Rabagliati. Fueron el día 7 de marzo de
1878 a Campana, en la orilla del Paraná; se
embarcaron en el vapor Santa Rosa, que debía
llevarlos a Bahía Blanca, desde donde seguirían
hasta Carhué y Patagones. Se traza muy deprisa un
viaje sobre el papel; pero, cuando se pusieron en
marcha, tuvieron que vérselas con accidentes
imprevistos.
1 COSTAMAGNA: Cartas confidenciales a los
Directores, pág. 202. Santiago de Chile, Escuela
Tip. Sal., 1901.
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