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La fiesta de la inauguración suscitó en la
población y en la prensa un verdadero sentimiento
de simpatía, por lo que las más conspicuas
personalidades del clero y de la sociedad civil,
con el Arzobispo y el Ministro de Instrucción
pública y Culto a la cabeza, quisieron participar
en ella y después los periódicos hicieron la mejor
propaganda que se podía desear para la prosperidad
de la obra naciente. Don Francisco Bodrato dio
cuenta a la asamblea de los gastos hechos hasta
aquel día, lo que le acreditó de buen
administrador, y de justo apreciador de la caridad
bonaerense: no había habido ninguna propaganda
publicitaria, y, sin embargo, a la vuelta de unos
pocos meses los donativos habían llegado a un
millón de pesos, equivalentes, entonces, a
doscientas mil liras.
Diversos oradores hablaron después de él, y
entre discurso y discurso, los alumnos, según
nuestra costumbre, declamaron poesías e
interpretaron varios números de música, a solo y a
coro. Cerró el acto el elocuente monseñor Aneyros
1, el cual, al llegar a cierto punto, dirigióse a
los Salesianos diciendo:
<((**It13.787**)) Dios
para que quiera seguir bendiciéndoos y
multiplicando vuestra familia como la de Abrahám.
Que veáis, como él, serenos y tranquilos, correr
las humanas visicitudes, protegidos siempre por la
divina Bondad en vuestras personas, en vuestros
discípulos, y en los bienhechores de vuestro
Instituto>>.
Aquel día tan feliz se palpó una prueba de la
divina Bondad invocada por el Arzobispo. Una
obstinada tos pulmonar atacaba al pobre don José
Vespignani, impidiéndole hasta el habla y haciendo
temer seriamente por su vida; sobre todo, porque
se trataba de una recaída, que encontraba al
organismo muy debilitado después del reciente
ataque. El director don Francisco Bodrato, ante la
difícil situación, tuvo una inspiración. Poseían
allí un magnífico roquete de Pío IX: hizo que se
lo pusiera durante la función religiosa y el
paciente se sintió, como por encanto, libre de la
atormentadora enfermedad.
El mes de octubre había ya ciento quince
internos, sesenta de los cuales eran estudiantes y
cincuenta y cinco aprendices. Entre estos últimos
se admitió al primer indio de la Patagonia, que
fue catequizado
1 Su discurso puede leerse en el Bollettino
Salesiano de noviembre de 1878.
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