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Fuere cual fuere la opinión de Turín, parece
que don Bosco no quiso darse por vencido en Roma y
que, pese a todo aviso en contrario, renovó su
intención de elevar una súplica al Papa; y esto
poco después de haber hecho a León XIII la ofrenda
de su obrita La más bella flor del Colegio
Apostólico. Calculamos que fue así, por algunas
frases del abogado Leonori en la carta del 16 de
diciembre: <>.
Inútil o no, el Siervo de. Dios no dejaría de
insistir opportune et importune, durante seis años
más, hasta alcanzar, con visible intervención del
Cielo, el premio de su decenal constancia.
Tampoco debe sorprendernos ver a don Bosco
subordinando la aceptación de la obra en Santo
Domingo a la concesión de los privilegios. Esto
indica la importancia que él daba a la cuestión; y
ciertamente, puesto que querían cargarle con
nuevas Misiones, era lógico que él despejara el
camino quitando los estorbos, que se interponían a
la multiplicación de su personal.
En cuanto murió el cardenal Franchi, ninguno
más resolló en favor de Santo Domingo; pero le
llegó una nueva invitación de más arriba todavía.
Había estado en el Oratorio monseñor Inocencio
Yéregui, vicario general de la diócesis de
Montevideo, con la intención de arrancar a don
Bosco el consentimiento para enviar algunos
salesianos ((**It13.782**)) a
aquella capital; pero, como no lograra sacarle más
que buenas palabras, dirigió una súplica al Sumo
Pontífice, en la cual, después de exponer cómo los
salesianos tendrían la suerte de tener abierto en
Montevideo un colegio para la educación cristiana
y científica de la juventud acomodada, seguía
diciendo:
<>.
El Santo Padre se dignó escribir al pie de la
instancia estas líneas:
<>.
Mas, su deseo no pudo verse satisfecho hasta la
muerte del Siervo de Dios.
Finalmente, se acababa el año cuando le llegó
el turno al Paraguay.
Esta nación, ya fuera por las guerras con Brasil y
con la República
(**Es13.663**))
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