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Patagonia. Pareció oportuna la última proposición,
por ser más proporcionada a una nueva
Congregación. Los resultados obtenidos me animan a
pedir a V. E. que intervenga con su autoridad a
consolidar la obra empezada hace dos años, bajo
sus auspicios. Ruégole, por tanto, permita que
antes le exponga brevemente tres cosas; necesidad
de esta misión; situación de la misma respecto al
personal; y respecto a los medios con que hasta
ahora se ha sostenido; después de lo cual, V. E.
juzgará qué decisiones se deban tomar para la
mayor gloria de Dios.
Necesidad de esta misión
Es de advertir que entre las tierras de los
salvajes, pamperos y patagones, hasta más allá de
la Tierra del Fuego, o sea el cabo de Hornos, hay
una extensión casi igual a la de Europa, donde el
evangelio todavía no ha podido penetrar. En
diversas épocas, hubo valerosos eclesiásticos que
llegaron a algunas partes entre aquellos salvajes,
pero siempre les costó la vida, sin poder obtener
un éxito duradero de su sacrificio. Es verdad que
en los confines de los países de los indios o de
los salvajes hubo siempre algunos misioneros,
sobre todo franciscanos o paúles, pero el escaso
número y las extraordinarias distancias, junto con
otras graves dificultades, hicieron también que
fuera bastante escaso el fruto de su celo. Ante
esta general necesidad, amaestrados por la
historia y atesorando cuanto otros han dicho o
hecho, considerando el estado actual de aquellos
países, se juzgó oportuno hacer una nueva prueba.
No enviar ya misioneros en medio de los salvajes,
sino ir a los confines de los países civilizados y
allí fundar iglesias, escuelas y hospicios, con
dos fines:
1.§ Cooperar a conservar en la fe a los que ya
la hubieran recibido.
2.§ Instruir, amparar a aquellos indios que la
religión o la necesidad hubiere movido a buscar
asilo entre los cristianos. La finalidad era la de
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establecer relación con los padres por medio de
los hijos, a fin de que los salvajes se
convirtieran en evangelizadores de los mismos
salvajes.
Para realizar este proyecto ayudó eficazmente
el cónsul argentino residente en Savona, el cual,
requerido por el Arzobispo de la República
Argentina y por el misionero de Módena, monseñor
Ceccarelli, hizo petición formal al humilde
exponente para acudir con ayuda religiosa de los
países ya organizados y de los salvajes. Porque,
se escribía, estos desgraciados avanzan en tropel
contra las tropas regulares para apresarlas,
mientras quedan todos ellos destrozados con la
metralla y arcabuces del Gobierno.
Hechos los preparativos, el 14 de noviembre de
1875 partieron los primeros diez salesianos; un
año después, salió la segunda expedición con
veinticuatro; durante el mes de noviembre pasado,
se realizó la última expedición con veintisiete
salesianos. Y otros quince irán a reunirse con sus
compañeros en la próxima primavera.
Resultados obtenidos
1.§ Bendecidos por el Vicario de Jesucristo, y,
por consiguiente, bendecidos sensiblemente por el
mismo Dios, los misioneros salesianos encontraron
una mies abundantísima. Monseñor Aneyros,
Arzobispo de Buenos Aires, tiene una diócesis muy
extensa, que limita por varios lados con patagones
y pamperos. Muchos pueblos y alguna ciudad pasan
años sin ver un sacerdote católico. Aquel
Arzobispo, por consiguiente, acogió con la máxima
benevolencia a los nuevos enviados, e
inmediatamente les confió la administración de una
iglesia llamada de la Misericordia o de los
italianos, colocada en el centro de la ciudad y
entonces abandonada.
2.§ Abrieron posteriormente oratorios festivos,
escuelas nocturnas y también un
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