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((**Es13.648**) bestezuelas tendidas en tierra, moviendo las patas intentando levantarse para dirigirse hacia el jardín; pero no podían andar. Abrí la puerta, levanté la voz, mas sus esfuerzos eran inútiles. La Iluvía y el granizo continuaban azotándolas de tal manera que infundían ((**It13.763**)) lastima; una era herida en la cabeza, otra en la quijada, ésta en un ojo, aquélla en una pata, otras en diversas partes del cuerpo. Después de algún tiempo, la tempestad cesó por completo. -Observa, me dijo el que estaba a mi lado, la frente de estos corderos. Y vi escrito en el lugar indicado el nombre de cada uno de los muchachos del Oratorio. -Conozco al muchacho que lleva este nombre, me dije; y no me parece precisamente un corderillo. -Verás, verás, me fue respondido. Seguidamente me presentaron un vaso de oro con tapadera de plata y al mismo tiempo escuché estas palabras: -Toca con tu mano untada en este bálsamo las heridas de estos animales y curarán inmediatamente. Yo, entonces, comencé a llamarlos: -íBrrr, brrr! No se movían. Repetí la llamada y nada; intenté acercarme a uno y se apartó arrastrándose. Yo les seguía, pero el juego volvía a repetirse. ->>No quiere? íPeor para él!, exclamé. Iré en busca de otro. Y así lo hice, pero también éste escapó. A cuantos me aproximaba para ungirlos y curarlos, emprendían la fuga. Yo los perseguía, pero inútilmente. Al fin alcancé a uno: ípobrecillo!, tenía los ojos fuera de las órbitas y en tan mal estado que daba compasión, Se los toqué con la mano, curó y, saltando, corrió al jardín. Entonces, otras muchas ovejas, al ver esto, no manifestaron repugnancia, se dejaron tocar y curar y entraron en el jardín. Pero eran muchas las que quedaban fuera, especialmente las más llagadas, a las cuales no me fue posible acercarme. -íSi no se quieren curar, peor para ellas! Pero no sé cómo podré hacer para que entren en el jardín. -Déjalo de mi cuenta, me dijo uno de los amigos que estaban conmigo. Ya vendrán, ya vendrán. -íYa veremos!, dije. Coloqué el vaso donde había estado primeramente y volví al jardín. Este había cambiado de aspecto por completo, y pude leer a su entrada: Oratorio. Apenas penetré en él, he aquí que los corderitos que no habían querido venir, se acercaron, entraron apresuradamente y corrieron a echarse por un lado y por otro; pero tampoco entonces pude acercarme a ellos. Hubo varios que, no queriendo recibir el ungüento, consiguieron que éste se convirtiese para ellos en veneno que en lugar de curarles las llagas se las irritaba aún más. -íMira!, me dijo un amigo. >>Ves aquel estandarte? Me volví y vi tremolar al viento un gran estandarte en el que se leía escrito en grandes caracteres: <>. -Sí, lo veo, repliqué. -Ahí tienes el efecto de las vacaciones, añadió uno de los que me acompañaban, mientras yo me sentía abrumado de dolor al contemplar aquel espectáculo. -Tus jóvenes, continuó el tal, salen del Oratorio para ir a pasar las vacaciones, decididos a alimentarse con la palabra de Dios y a conservarse buenos: pero después sobreviene el temporal, esto es las tentaciones; seguidamente la lluvia, o asaltos del (**Es13.648**))
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