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ninguno en no creer en ellos, tal vez tampoco lo
hay en creer en ellos, pudiéndonos servir a veces
de lección, como, por ejemplo, éste.
Me encontraba en Lanzo durante la primera tanda
de ejercicios y estaba durmiendo, cuando, como os
he dicho, tuve un sueño. Parecióme estar en un
lugar que no sabría identificar, pero se hallaba
próximo a un pueblo en el que se veía un jardín y
junto a éste un amplísimo prado. Estaba en
compañía de algunos amigos que me invitaron a
entrar en el jardín. Penetré en él y vi una
multitud de corderillos que saltaban, ((**It13.762**))
corrían y hacían mil cabriolas según su costumbre.
Cuando he aquí que se abrió una puerta que ponía
en comunicación con el prado, y los corderillos
corrieron a él para pastar.
Muchos, sin embargo, no se preocuparon en
salir, sino que se quedaron en el jardín, e iban
de un lado para otro despuntando algunas
hierbecillas alimentándose de esta manera, puesto
que no había hierba en tanta abundancia como en el
prado, al que había salido el mayor número de
aquellos animales.
-Voy a ver qué es lo que hacen estos animales
ahí fuera, me dije.
Fuimos al prado y los vi paciendo
tranquilamente. Mas he aquí que de pronto se
oscurece el cielo, brillan los relámpagos, retumba
el trueno y se aproxima una tempestad.
->>Qué será de estos animales si los pilla la
tormenta?, me decía yo. Vamos a ponerlos a salvo.
Y comencé a llamarlos. Después, yo por una
parte y mis compañeros por otras, procurábamos
llevarlos hacia la entrada del jardín. Pero ellos
no querían entrar; uno corría por aquí, otro
escapaba por allá, nosotros intentábamos
perseguirlos, pero íque si quieres!, ellos eran
más veloces que nuestras piernas. Entretanto
comenzaron a caer densas gotas, después a llover
intensamente y yo no conseguía reunir el ganado.
Una o dos ovejas entraron afortunadamente en el
jardín, pero las demás, y eran muchísimas,
continuaron en el prado.
-Bien, si no quieren entrar en el jardín, peor
para ellas, dije yo. Vamos a retirarnos nosotros.
Y así lo hicimos.
En el jardín había una fuente sobre la cual se
veía escrito con caracteres cubitales: Fons
signatus, fuente sellada. Estaba cerrada, pero de
pronto se abrió, el agua subió hacia la altura y
se dividió formando un arco iris, semejante a una
bóveda, como la de este pórtico.
Entretanto menudeaban cada vez más los
relámpagos, seguidos de fragorosos truenos, y
comenzó a granizar. Nosotros, con todos los
corderillos que estaban en el jardín, nos
amparamos y cobijamos bajo aquella bóveda
maravillosa donde no penetraba el agua ni el
granizo.
-Pero >>qué es esto?, preguntaba yo a los
amigos. >>Qué será de los pobrecillos que han
quedado fuera?
-Ya verás, me dijeron. Mira la frente de estos
corderos, >>qué observas?
Me fijé y vi que sobre la frente de cada uno
estaba escrito el nombre de un muchacho del
Oratorio.
->>Qué es esto?, pregunté.
-íVerás, verás!
Entretanto, yo no podía detenerme más y quise
salir para ver qué les había sucedido a los pobres
corderillos que estaban en el prado.
-Recogeré a los que hayan muerto y los enviaré
al Oratorio, pensaba entre mí.
Pero, al salir de debajo de aquel arco, la
lluvia caía sobre mí y vi a aquellas pobres
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