((**Es13.644**)
de su charla, tal y como nos la transmitió don
Julio Barberis en una hoja, que él mismo escribió
y firmó.
Constituye siempre para mí una gran alegría
verme rodeado de mis queridos amigos e hijos. Hoy
aumenta mi alegría al veros a tantos y tan
alegres. Se acostumbra, al fin de los banquetes,
hacer unos brindis; mas, por cuanto se lee en los
periódicos, los brindis de los banquetes,
semejantes de algún modo a éste, son tales que,
ordinariamente, ofenden los oídos cristianos.
Nosotros, reunidos aquí fraternalmente con el
vínculo de la santa caridad, debemos exponer
alguna idea que pueda satisfacer a todos. Dejo de
lado todo pensamiento (y vienen muchos a mi mente)
que pudiera ser tierno y conmovedor, porque
sentiría me sucediese como otras veces, y tuviera
que cortar por la mitad mis palabras. Os diré sólo
una cosa: espero que todavía nos reuniremos muchas
más veces, como lo estamos haciendo hoy: ya he
dicho que para el año que viene, a fin de
encontrarnos más frescos, será mejor preparar las
mesas en los pórticos, bien ornamentados.
Lo que yo querría comentar este año, y que en
este instante ocupa todos mis pensamientos, es que
debemos procurar ayudarnos mutuamente, siempre que
nos sea posible. Actualmente todos buscan uniones
y cajas o sociedades de socorros mutuos. Es
preciso que tratemos de establecer alguna entre
nosotros. Hasta ahora esto no ha pasado de ser un
proyecto mío, todavía no estudiado en sus
detalles, pero que me parece, hablando en general,
bastante factible.
Todos vosotros, quién más, quién menos, os
encontráis en situación de poder hacer algún
ahorro, a fin de, si sobreviene una enfermedad o
falta de trabajo, poder hacer frente a vuestras
necesidades. Pues bien, haced de modo que esta
ayuda no se limite solamente a vosotros, sino que
se extienda también a aquellos jóvenes de buena
conducta que salieren del Oratorio, o a aquellos
compañeros que ya conocéis vosotros, o a todos los
que estáis reunidos aquí; y esto especialmente
para casos excepcionales.
Todos los años se hace una colecta para don Bosco:
yo la cedo con gusto y deseo que se destine para
los jóvenes que se encontrasen necesitados.
((**It13.759**)) íQué
bonita sería una sociedad semejante entre
vosotros! Pero propongo una condición: todos los
que tomen parte, ya sea en estas nuestras
reuniones familiares, ya sea que quieran formar
parte de la sociedad de socorros mutuos, sea de
vida honrada y cristiana. Si alguno llevase una
vida menos conforme con los dictámenes de nuestra
santa religión, no solamente no forme parte de
estas reuniones, sino que ninguno de vosotros se
asocie con él. No hablo de una desgracia, de una
falta, en la que uno pueda caer, que esto le
podría suceder a don Bosco y a cualquier otro:
hablo de quien llevase una vida poco honrada. A
ese tal no se le invite más a estas nuestras
reuniones.
Y vosotros, sin excepción alguna, procurad
honrar el nombre que lleváis, la casa donde os
educasteis, la religión que os conserva en su seno
y la sociedad de Cooperadores Salesianos a la que
pertenecéis. Si lo hacéis así, siempre habrá en
vosotros, mientras viváis, una verdadera alegría.
Podremos todavía reunirnos en estas fiestas de
familia (que espero será muchas veces, >>no es
verdad?) y podremos, después, formar una familia
hermosa, compacta, numerosa, todos juntos en el
Paraíso, dándonos palabra desde ahora, firmando un
pacto que ninguno romperá, >>verdad?
Ya existían unos estatutos para la sociedad de
socorros mutuos, redactados e impresos por don
Bosco en 1850, cuando se inauguró una
(**Es13.644**))
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