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también agradecer a todos los que cantaron,
tocaron, declamaron o hicieron algo para esta
ocasión.
((**It13.757**)) El
lunes habría querido daros una noticia, de no
haber venido el desconcierto de la lluvia que
interrumpió la fiesta. Por eso, aguardé a dárosla
esta tarde.
Ya se había hablado de lo que quiero deciros,
pero aún no se había publicado. Se trata de que
dos de nuestros misioneros de América partieron de
Buenos Aires para Patagonia. Nos enteramos de su
partida, de la borrasca que les sorprendió cuando
entraron en el inmenso Atlántico y no sabíamos
nada más. Peor aún, recibimos noticias de que el
barco se había hundido; podéis imaginar nuestra
inquietud ante tal noticia. Pero el Señor nos
confortó precisamente la víspera de san Juan,
puesto que aquel día recibimos carta del Arzobispo
de Buenos Aires, en la que nos hace saber que,
después de trece días de espantosa tempestad, con
la muerte ante los ojos, los misioneros volvieron
a Buenos Aires, con el barco destrozado y ellos
medio deshechos, pero a salvo. El arzobispo
monseñor Aneyros, después de narrar esta vuelta,
nos escribe que él tiene impreso en el alma el
recuerdo del año pasado, cuando estuvo aquí en el
Oratorio, por esta misma época y asistió a nuestra
fiesta: dice que consideraría una gracia y una
felicidad sumas, si pudiera asistir a ella una vez
más; pero dice que asistirá a nuestra fiesta con
el pensamiento; y muchas otras cosas, con las que
deja ver la buena impresión que se llevó el año
pasado de cuanto vio en el Oratorio en esta
ocasión.
>>Qué más queda por deciros?
íííAnimo, ánimo, ánimo!!!
El que quiera ser misionero, no tiene más que
dar su nombre y marchar y no tiene ante sí
solamente las Pampas y la Patagonia, sino también
el Uruguay, Santo Domingo, donde hoy se hacía la
propuesta formal de fundar allí casas salesianas,
porque tienen cerradas las escuelas, el seminario
y hasta la misma catedral. Para el que no tuviese
valor para ir a las misiones extranjeras, tenemos
casas en Francia, en Roma, en la Liguria y en el
Piamonte: aquí podrán éstos ser misioneros. Pero
no todos son llamados a profesar en la sociedad de
San Francisco de Sales, y entonces basta que se
mantenga el espíritu, de que cada uno sea, ahora,
misionero entre sus compañeros; después, en las
propias casas, o donde habite, dando buenos
ejemplos, buenos consejos y haciendo el bien a la
propia alma. De esta forma, todos los que estáis
aquí os convertiréis en otros tantos misioneros,
seréis del número de los que dice Jesucristo:
íSerán sal, serán luz! Todos los que estáis aquí,
seréis otros tantos ciudadanos del Paraíso, y
entonces veréis qué poco se requería para salvar
una alma y para ser misionero.
Ya lejos de la fiesta de don Bosco se celebró
la reunión familiar de los antiguos alumnos,
reunidos en torno al Padre el 4 de agosto. Ya le
habían ofrecido como regalo en su día onomástico
un faldistorio y dos pares de dalmáticas, rojas y
blancas. ((**It13.758**)) El
profesor Cándido Germano leyó y repartió su
discurso, que ya llevaba impreso. Al acabar la
comida, los alegres comensales brindaron a don
Bosco en todos los tonos, pero el graciosísimo
Gastini puede decirse que se llevó la palma entre
cuantos hablaron antes que él. Siguió la colecta
para el funeral, en sufragio de los compañeros
difuntos durante todo el año; tras lo cual, quiso
el Siervo de Dios comunicarse con sus hijos
queridos. Esta vez tenía que hacerles una bonita
proposición. Damos aquí el resumen
(**Es13.643**))
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