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CAPITULO III
LAS CONFERENCIAS ANUALES EN LA FIESTA DE
SAN FRANCISCO
LA solemnidad de san Francisco de Sales en el
Oratorio había sido trasladada al domingo 4 de
febrero, para dar tiempo a don Bosco de
encontrarse presente. En efecto, llegó exactamente
aquella misma mañana a eso de las ocho y media.
Fue recibido al son de la banda de música, entre
el estruendo de los aplausos, los gritos de los
vítores y las más entusiastas expresiones de
júbilo. Por entre el tropel de jóvenes que
agasajaban al Padre, forcejeaban por abrirse paso
y llegar hasta él los directores de las casas,
llegados para las acostumbradas conferencias de
san Francisco. El buen Padre no se sentía nunca
tan feliz como cuando se veía rodeado por la
abigarrada multitud de sus hijos del Oratorio, que
porfiaban por manifestarle su afectuosa gratitud.
Aquella tarde se celebró en el teatro una
cordialísima velada en su honor. Representantes de
todo orden leyeron sus saludos, en los que
expresaban de diversas formas la común alegría por
el regreso del Padre querido; después, los actores
representaron un drama titulado La vocación de san
Luis, cuya interpretación fue muy aplaudida.
El día 5 por la tarde se iniciaron las
conferencias. La primera fue presidida por don
Miguel Rúa. Se trató en ella del personal, de la
administración económica y de las nuevas
fundaciones, temas, todos ellos, en los que no
interesa detenernos aquí; haremos en cambio alguna
consideración sobre tres asuntos que presentan
vertientes de interés general o histórico para la
Congregación.
((**It13.65**)) La
expansión de la obra salesiana y el aumento de
actividades hacían que cada vez le costara más a
don Bosco atender al cuidado individual, que con
tanta eficacia se tomaba por los socios; temióse,
en consecuencia, que podía decaer el espíritu de
piedad, sobre todo en los clérigos nuevos. Es un
hecho incontestable que, con la influencia de don
Bosco, se formaba año tras año un tipo de
clérigos, cuya generación se hubiera querido
perpetuar; eran reflexivos, estudiosos, fervorosos
en las prácticas de piedad y, al mismo tiempo,
estaban dispuestos a dedicarse a cualquier
actividad, sólo con saber que era conforme al
deseo de los Superiores; llevaban una vida
recogida y(**Es13.64**))
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