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porque Su Excelencia, al decir del reverendo
Nardi, que estaba al lado para el servicio, pasó
moviendo circularmente su mano derecha, como
cuando se quiere dar a entender que se prescinde
con gusto de los cumplimientos.
Aquella tarde comenzaron los estudiantes los
ejercicios espirituales, juntamente con los
novicios, predicados por monseñor Belasio, que
repitió la predicación a los aprendices del día 7
en adelante. Don Bosco, que acudió a hablarles
después de las oraciones de la noche, fue recibido
con aplausos sin fin: desde el 29 de noviembre del
año anterior no le habían oído a aquella hora. Les
dijo así:
íPor fin, puedo deciros unas palabras, después
de casi seis meses! íYa veis cuanto tiempo sin
venir a daros las buenas noches! Pero, aunque no
lo hice personalmente, mi mente se encontraba
siempre aquí con vosotros. Y cuando estaba en
Roma, y cuando iba de viaje a Niza o a
Sampierdarena, pensaba en vosotros por la mañana
en la santa misa y rogaba al Señor que os diese su
santa ayuda. Mas, por la noche, cuando estaba
solo, en el silencio de mi habitación,
irresistiblemente volaba mi pensamiento hasta
vosotros; os veía, os hablaba, me complacía de
vuestra presencia, y os auguraba desde lejos las
buenas noches; y no podía acostarme sin haber
rezado antes por vosotros.
Pero, ahora, no es sólo la fantasía. Hace algún
tiempo que me encuentro de nuevo aquí y espero no
alejarme tan pronto. Estamos aquí para buscar
vuestro bien espiritual y material.
Mas lo que he venido a deciros es que mañana
por la tarde empezaran los ejercicios espirituales
los estudiantes e inmediatamente después los
aprendices. Unos y otros procuren organizar la
propia conciencia. Todo lo que acostumbro
recomendaros durante los ejercicios, se reduce a
una sola cosa: prestar atención para poner en
práctica todo lo que se predica o se lee. >>Cómo
hacerlo? En todas las platicas, en todas las
lecturas hay siempre algo que nos hace mucho bien:
unas veces sera el examen mal hecho, el dolor o el
propósito que faltan; otras veces serán los
consejos del confesor olvidados o no cumplidos,
etc.
Hagamos bien nuestras cuentas en este tiempo.
Pensemos en el pasado, en el presente, en el
futuro: si no tenemos nada que reprocharnos de
nuestras acciones pasadas, si nuestras confesiones
fueron siempre bien hechas y hemos sacado fruto de
ellas; si nuestras comuniones fueron del gusto de
Jesús; si nos hemos organizado para el
cumplimiento de nuestros deberes y la huida de las
malas compañías, etc. En qué punto nos encontramos
en este momento, en qué estado se encuentra
nuestra ((**It13.753**))
conciencia, si marchamos derechos por el camino
que Jesucristo nos señala: y qué debemos hacer en
el porvenir para asegurar nuestra eterna salvación
y cual sera el mejor estado que debemos abrazar
para mayor bien de nuestra alma.
Y por ello, éste es el tiempo mas a propósito
para pensar en vuestra vocación, porque esta
escrito: Ducam eam in solitudinem, et loquar ad
cor eius (la llevaré a la soledad y le hablaré a
su corazón). El Señor habla en la soledad y los
ejercicios espirituales son precisamente días de
retiro y de soledad.
También los aprendices han de pensar en su
vocación, porque algunos deben considerar, si Dios
tiene dispuesto que se queden a trabajar aquí en
la Congregación y a formar parte de ella; o si les
llama a hacer el bien en otra parte.
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