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que el ratón, al ver que no había escapatoria, se
resignó a dejarse atrapar en la ratonera.
El concurso de fieles, muy numeroso durante la
novena, creció enormemente el día de la fiesta.
Empezáronse a celebrar las misas antes de las tres
de la mañana, y llegaron a decirse setenta y dos.
A las doce y media, aún se presentaban devotos
pidiendo recibir la santa comunión. Seis
confesores permanecieron constantemente,
sustituyéndose de cuando en cuando. El Obispo de
Alessandria, impedido casi a última hora, no pudo
pontificar en la misa cantada, ni en las vísperas;
((**It13.751**)) lo
hizo el de Novara, monseñor Estanislao Eula.
La parte musical fue un triunfo. Casi
doscientos cantores, entre niños y hombres,
ejecutaron la misa de don Juan Cagliero, a seis
voces, dedicada a Santa Cecilia. La antífona
Sancta María, succurre miseris se cantó este año
después de vísperas a tres coros, pero no
divididos, como en otras ocasiones, sino todos
juntos en el coro alto, recientemente agrandado y
organizado tal y como hoy lo vemos. Los
preparativos y la multitud de fieles daban a las
funciones un aspecto imponente, pero que inspiraba
devoción.
Todos los alumnos de Lanzo bajaron a la fiesta.
Muchos sacerdotes y señores forasteros se
hospedaron en el Oratorio. <>.
Por vez primera se vieron llegar, la víspera,
peregrinaciones de Lombardía y del Novarés. Una
enorme muchedumbre asistió también el día 25 al
funeral por los socios de la Archicofradía. El
animado movimiento de visitantes se prorrogó hasta
varias horas después del mediodía. Don Julio
Barberis en uno de los breves párrafos de su
crónica, ya casi próxima a finalizar, parece que
nos quiera repetir algo cien veces dicho y
redicho: <>. Sabemos que en
el 1878 se decía que nunca se había visto tanta
grandiosidad y afluencia; pero ícuántas veces más
se debería repetir este mismo estribillo, que casi
siempre vienen ganas de reiterar aún ahora a quien
compara con el año anterior! El 2 de junio, de
acuerdo con lo prometido, monseñor Gastaldi fue a
administrar el sacramento de la Confirmación en la
iglesia de María Auxiliadora. Los confirmandos
eran más de doscientos, entre alumnos internos,
externos, muchachas de las Hijas de María
Auxiliadora y alumnos de Lanzo. Don Bosco tributó
los honores ((**It13.752**)) al
Arzobispo en la sacristía con todas las muestras
de sincera reverencia que podemos imaginar; pero,
no pudo quedar totalmente satisfecho,
(**Es13.638**))
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