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sistema, como ya lo hacían los Jesuitas y los
Hermanos de las Escuelas Cristianas.
En cuanto a la condición en la que hubieran
llegado a encontrarse los Salesianos respecto a la
dirección y a la administración del ente, don
Miguel Rúa hizo sus proposiciones, a las que
también el Abate contrapuso las suyas, como
veremos; el Capítulo Superior discutiría y
determinaría después sobre todo.
Los dos viajeros estuvieron de vuelta el día 30
de noviembre por la noche. Don Bosco, que había
terminado de cenar y estaba para subir a su
habitación, se detuvo y asistió a su cena,
hablando con ellos hasta las once. Al día
siguiente se reunió inmediatamente el Capítulo.
((**It13.741**)) Don
Bosco abrió sonriente la sesión y dijo:
-Cuando Cristóbal Colón volvió de su viaje del
descubrimiento, se reunieron los grandes de la
corte y todos los doctos con el rey, llenos de
admiración y deseosos de conocer las maravillas de
aquellas tierras remotas, y Colón contó ante ellos
sus aventuras. Oigamos también nosotros, aquí
reunidos, lo que don Miguel Rúa tiene que
contarnos.
Divertidos con tan inesperado exordio, los
Capitulares oyeron el informe. No hubo objeciones
para el sistema de sociedad preferido por el abate
Roussel; pero no consistía todo en asegurar la
propiedad. Nacía una dificultad importantísima de
la insuficiente libertad de acción para los
directores de la casa: ciertas circunstancias
habrían podido llevarles a conflictos con el
consejo de la sociedad o con su superior directo,
que para un religioso siempre lo es su Superior
General. Ahora bien, para don Bosco era conditio
sine qua non, que la casa salesiana de París fuese
como todas las demás de la Congregación. En
efecto, >>cómo habría podido él, entonces y
después, responder de una comunidad, de la que no
pudiese disponer plenamente? Subsistía siempre la
eventualidad de que la sociedad dejara sin efecto
disposiciones que el Superior de la Congregación
juzgara necesarias; y los hermanos, acostumbrados
a semejante independencia de su Superior natural,
habrían tomado la pésima costumbre de pasar por
encima de las Reglas de la Congregación. En
consecuencia, el Capítulo decidió no deliberar
nada, hasta tanto que no quedase bien claro este
punto.
Por otra parte, la sociedad civil era el único
medio para ahorrar gastos y peligros en la
sucesión. El Abate, informado de cuanto precede,
cerraba así sus reflexiones sobre ello: <>. Insistía con esto en su manera de ver,
presentada por él a don Miguel Rúa en las
conversaciones de París. Después, proseguía:
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