((**Es13.626**)
París
El abate Roussel, recomendado por don Bosco en
su carta, había fundado en París, un gran orfanato
para aprendices en el barrio de Auteuil. Para
proveer a la continuidad de la obra, ya dos años
antes, le había señalado Pío IX a don Bosco, que
entonces se encontraba también en Roma, y hablaron
juntos de ello. Más tarde le mostró el Beato sus
buenos deseos, diciéndole, con su habitual
cordialidad:
-Llámenos usted a París, y nosotros en ocho
días estaremos con usted.
Indudablemente la Institución parisiense
respondía a los fines de la Congregación, lo que
constituía una razón más para no negar la propia
intervención. Para conocer de cerca el método
salesiano, visitó el abate Roussel el Oratorio de
Valdocco en 1878; quedó tan satisfecho de él, que,
con el consentimiento del cardenal Guibert, su
arzobispo, entabló gestiones el 10 de octubre.
La propuesta, comunicada por don Bosco al
Capítulo Superior, fue recibida con simpatía por
todos sus miembros, los cuales, tras madura
discusión, exigieron dos cosas: que no hubiese
nada allí que impidiese la aplicación del sistema
preventivo y que se dieran las garantías
necesarias para asegurar la tranquila permanencia
de los Salesianos en París, después de la muerte
de los fundadores. El conde Cays fue encargado de
la redacción de la correspondencia en francés,
durante las gestiones.
El Abate deseaba que don Bosco fuera a París,
donde ((**It13.738**)) le
parecía que sería más fácil entenderse. Don Bosco
prometió que iría pronto en persona o enviaría a
su representante don Miguel Rúa en compañía del
Conde, ambos ya conocidos por el benemérito
sacerdote parisiense. En efecto, los dos partieron
el 6 de noviembre. Escasean las noticias de su
viaje.
Algo sacamos de la siguiente carta del Siervo
de Dios.
Muy querido señor conde Cays:
Con verdadera satisfacción he recibido una
carta de don Miguel Rúa desde Lyón, y
posteriormente la suya y la segunda de don Miguel
Rúa, desde París. He rogado al Señor para que su
viaje fuera bueno y ahora le agradezco que nos
haya ayudado, y ruego que nos quiera asistir
siempre en lo que es para su mayor gloria.
No tenía la menor duda de que el abate Roussel
les recibiría muy bien. La piedad, la benevolencia
y caridad que ha usado y demostrado con nosotros,
eran ya una amplia garantía. Por consiguiente,
todo hace esperar que se llegará a un arreglo de
cosas claras y duraderas, como siempre ha
manifestado el mismo abate Roussel.
Por consiguiente, renuevo aquí todo lo que ya
he escrito a este nuestro querido
(**Es13.626**))
<Anterior: 13. 625><Siguiente: 13. 627>