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a don Bosco de forma tan impropia y antes de que
las cosas estuviesen sólidamente concertadas 1;
pero no se volvió atrás, y don Bosco recibió este
tan poco envidiable certificado de buen servicio a
cambio de todo el celo que había puesto en el
asunto de los conceptinos. Se comprenderá mejor la
causa de todo esto cuando se conozcan a fondo los
manejos de sus adversarios. De momento, el mejor
epílogo puede ser esta carta de nuestro Beato al
cardenal Luis Bilio; al que había dicho a don
Bosco la primera palabra sobre este asunto,
dirigía don Bosco la que fue su última palabra.
Eminencia Reverendísima:
Vuestra E. Rvma., que desde el principio tuvo
gran parte en mi intervención para la dirección de
los Hermanos Hospitalarios, llamados Conceptinos,
está sin duda en condiciones de poder conocer y
apreciar el estado de las cosas, que brevemente
compendio.
La voluntad del Padre Santo se dignó, por medio
de V. E. Rvma., llamarme a hablar con El con las
más afectuosas expresiones. Deseo, me dijo, que os
cuidéis de los Conceptinos, que tienen una misión
sublime y pueden ayudar mucho a los enfermos a
obtener una buena muerte. Pero no debéis reformar
o corregir, sino crear, o mejor, identificar las
Constituciones de los conceptinos con las de los
salesianos. Aunque yo conocía la importancia y la
delicadeza del encargo, sin embargo me consideré
altamente honrado por poder emplearme según los
venerados deseos del Padre Santo y pedí a Su
Santidad que únicamente se dignase expresarme por
escrito su pensamiento para meditarlo y llevarlo
mejor a la práctica. Vea el rescripto del 7 de
noviembre de 1876 en el párrafo señalado con el
n.° 1.°
Tomando como base este rescripto puse manos a
la obra, y en el plazo de un mes envié la idea
general, que consistía en conservar nombres,
hábito y finalidad de los conceptinos, junto con
todas las reglas que no estuviesen en
contradicción con las de los salesianos. Todo ello
agradó al Padre Santo, y monseñor Fiorani me
escribió que todo iba bien y que podía llevar
conmigo un sacerdote. Pero, al llegar a Roma,
comenzaron las dificultades. La voluntad del Padre
Santo me pareció siempre. la misma, mas monseñor
Fiorani ((**It13.62**)) decía
que no era conveniente hacer es radicales y que
únicamente era posible hacer una reforma moral;
especialmente después de que Su Santidad había
dado a los conceptinos la enorme cantidad de
doscientas mil liras; por consiguiente, a don
Bosco se le debía conceder la condición de
Visitador Apostólico representado por el reverendo
don José Scappini. No podía darme explicación de
todo esto; hablé con el Padre Santo que me repitió
las palabras que había dicho y escrito
anteriormente. Pero Monseñor reiteró que había que
modificar el rescripto de Su Santidad. Admití el
cambio porque se me aseguró que tal era la
voluntad soberana, con lo que don José Scappini se
convirtió en director de lo espiritual, quedando
reservada para monseñor Fiorani toda autoridad en
lo temporal y también en lo personal.
Continuando el estudio de las reglas
conceptinas para llevarlas a la práctica, vi que
no podía continuar aquel estado de cosas y, cuando
fui a Roma para el Jubileo
1 Véase Apéndice, doc. 6, carta D.(**Es13.61**))
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