((**Es13.589**) -íYa
verás, ya verás!
Lo vio el 10 de octubre de 1878, cuando, en
compañía del maestro Juan Vota y con quinientos
billetitos de a dos liras en el bolsillo puso los
pies en la histórica ciudad. Don Agustín Perín,
que les esperaba con los brazos abiertos, les
llevó a su casa, les dio de cenar y les acompañó a
casa de los señores Mistrello, donde pernoctaron.
Les había precedido, hacía unos días, don Antonio
Sala. Con él y con el párroco se dirigieron al día
siguiente al lugar de su residencia. Soñaban con
una suntuosa mansión. Se les había dicho:
-En Ca'Pesaro no falta ni un detalle...
Pero íay, qué desilusión! Lo encontraron todo
patas arriba.
Obreros por todas partes; no había una ventana
ni una puerta que ajustara; las habitaciones
estaban vacías y todas las paredes húmedas.
Allí no se podía habitar. Pero la Providencia les
socorrió. A cinco minutos vivía el señor Santiago
Grandis con su señora: no tenían hijos y su casa
era muy grande. Fueron los cuatro a visitarles; él
les invitó a comer y, como cazara al vuelo el
malestar de los recién llegados, ((**It13.691**)) dejó
que don Antonio Sala y don Agustín Perín se
marcharan y se quedó en casa con don Juan Tamietti
y el maestro Vota, que fueron sus huéspedes hasta
el 18 de noviembre, cuando el prefecto don Tomás
Calliano, con otros tres salesianos 1, y, todos
juntos, fueron a instalarse en lo que fue y es hoy
el colegio Manfredini, así denominado en honor de
monseñor Federico, conde de Manfredini y obispo
diocesano.
Don Bosco hizo imprimir el programa, igual en
todo al de los demás colegios salesianos entonces
existentes, salvo la cuota única de veinticinco
liras y que se concedía solamente un mes de
vacaciones, durante el cual seguía corriendo la
cuota.
Don Juan Tamietti dejó escrito en una breve
crónica del primer año escolar: <(**Es13.589**))
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