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sacerdotes periodistas y teólogos influyentes, que
iban a hablar con dos Bosco y a consultarle.
Este
Un colegio salesiano, que comenzó en 1878, y
que fue siempre uno de los más florecientes de
Italia, es el colegio Manfredini, en Este.
((**It13.687**)) No
necesitó don Bosco una larga y laboriosa
preparación: en pocos meses todo estuvo terminado.
El mérito hay que atribuírselo a un celoso
sacerdote, don Agustín Perín, párroco de Santa
María de las Gracias, en Este. Angustiado por los
males que el laicismo escolar acarreaba a la
juventud, quiso para su región véneta un gran
colegio, en el que se impartiese una educación
netamente cristiana. Sabía que, para ello, no
había otro como don Bosco. Así que, tras unas
sencillas cartas, llegóse un día del mes de junio
a Turín, habló con el Siervo de Dios y volvió a
Este con una gran alegría en el corazón: aquel
mismo año irían allí los hijos de don Bosco.
Don Agustín había puesto sus ojos en un
edificio monumental, conocido en la región con el
nombre de Ca'Pesaro, que perteneció a una familia
veneciana, que lo hizo construir en el siglo
XVIII. Era un edificio de hermosa arquitectura, de
grandes dimensiones, cómodo por la amplitud de sus
dependencias; estaba situado en pleno campo, en un
lugar amenísimo; desde él se contemplaba la cadena
de los montes Eugáneos (región de los Alpes
Réticos), en cuyas faldas se asentaba, y la de los
montes Bericios; estaba cercado de prados y
campos, que podían convertirse en patios, huertos
y jardines. No podía desearse una cosa mejor.
Estaba destinado al descanso y esparcimiento de
los nobles señores, durante el tiempo de
vacaciones; pero hacía años que los propietarios
no iban por allí.
Hubieran sido necesarios trabajos de adaptación:
pero no urgía realizarlos todos de golpe: y,
mientras tanto, allí estaba la casa.
El Beato, según su costumbre, quiso, ante todo,
saber qué pensaba de ello el Obispo de Padua: don
Agustín Perín se ocupó de averiguarlo. A la vuelta
de Turín, fue a visitarlo, aunque con cierto miedo
a alguna oposición, por amor a su seminario; pero,
en cambio, obtuvo su pleno consentimiento, con el
encargo de escribir a don Bosco a quien deseaba
abrazar, agradeciéndole muchísimo tan fina caridad
y enviándole toda suerte de bendiciones. Esto
sucedía el 24 de junio; el 25 estipuló don Agustín
el contrato del local y el 26 rogó a don Bosco que
fuera a verlo
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