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autoridad política y la religiosa. En los días 11
y 12 de diciembre de 1878 se celebró en Turín el
primer congreso regional piamontés, promovido por
León XIII, para tratar los asuntos religiosos de
mayor importancia y coordinar los esfuerzos de
todos los católicos italianos contra los continuos
atropellos sectarios. El Oratorio sólo tomó parte
enviando veinte liras, en señal de plena adhesión.
Las reuniones se celebraban en la iglesia del
arzobispado, bajo la presidencia del conde de
Castagnetto y de monseñor Gastaldi. El Papa había
enviado para asistir al duque Salviati, y el
cardenal Nina le había entregado una carta de
recomendación, pero Monseñor, preguntado por el
Duque, en un exceso de cortesía, si no tenía nada
en contra, dijo a los de al lado que no lo quería,
y a él no le dio ninguna respuesta. Por lo que el
noble patricio, que ya había venido ((**It13.686**)) a su
finca del Migliarino junto a Pisa, para estar más
cerca, tuvo que volverse a Roma desilusionado.
Sucedió también que, habiendo monseñor Bodoira de
Ivrea nombrado a don Bosco y manifestado su
esperanza de que abriese una casa en San Benigno
Canavese, municipio de aquella diócesis, la
asamblea prorrumpió en un aplauso instantáneo,
unánime, y resonó dos veces el grito de: íViva don
Bosco!
Hubo que hacer inmediatamente una especie de
reparación, porque el Arzobispo en su discurso,
habiéndose extendido al hablar de Rosmini, de sus
escritos, y de sus familias religiosas, no había
dicho ni siquiera una palabra de Cottolengo, ni de
don Bosco 1. La Unit… Cattolica, después, al dar
cuenta de la primera sesión 2, enumeró las
representaciones de los Obispos ausentes, y sin
mencionar a nadie más, dijo que el <>, había enviado la preventiva adhesión.
Eran cosas que honraban mucho al Beato; pero él
quedó disgustado, porque sabía lo mucho que los
sabuesos del Gobierno espiaban las instituciones y
personas que tomaban posición de combate contra el
anticlericalismo del Estado y que, si se hubiese
sospechado que él entraba en liza, todo aquel
mundo oficial que mandaba a su albedrío y se daba
la buena vida, se habría desencadenado contra sus
obras. Por lo demás, los eclesiásticos mejor
informados comprendían muy bien y apreciaban muy
mucho la prudencia de su actuación; prueba de ello
es que durante aquellos días no cesó el ir y venir
al Oratorio de Obispos, representantes
episcopales,
1 Aquel congreso católico de Turín no fue
después registrado, por quien debía hacerlo, en el
número de los congresos católicos.
2 L'Un. Catt., n. 290. del 12 diciembre de
1878.
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