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Excelencia:
La anormal situación en que se encuentra la
educación cristiana en esta santa ciudad, reclama
la atención de todos los buenos católicos que la
divina Providencia ha puesto en situación de
ayudarla.
A este fin la S. de N. S. Papa León XIII me
autorizó a pedir a V. E. que tomase en
consideración la adjunta memoria que se dirigió a
Su Santidad.
El sacerdote Juan Bosco y el teólogo Santiago
Margotti están encargados de presentar esta carta
a V. E., darle todas las aclaraciones que sean
necesarias, y oír la respuesta que Dios inspire a
su caritativo corazón para ayudar a tantos pobres
muchachos, que, procedentes de distintas ciudades
y de varias partes del mundo, pero abandonados a
sí mismos, se encuentran en grave peligro de su
honor y de su misma eterna salvación.
Con la confianza de que se digne tomar en
consideración esta respetuosa pero urgente
petición, tengo el honor de profesarme, con la
debida consideración.
De V.E.
Roma, octubre de 1878.
En Roma monseñor Jacobini, secretario de los
Breves, y otras caritativas personas se ocupaban
con buena voluntad ((**It13.655**)) de la
fundación de un colegio para aprendices, que
estaría dedicado a San José.
Monseñor había estado en Valdocco, quizás en
julio, para hablar de la casa y el terreno donde
establecerlo. La adquisición se podía hacer en
condiciones equitativas. El edificio y el terreno
colindante medían veinte mil metros cuadrados,
fuera de la puerta Cavalleggeri; la superficie
limitaba, por una parte, con la columnata de San
Pedro y, por la otra, con la calle del Santo
Oficio; llegaba hasta la Lungara y comprendía en
su perímetro una colina sobre la cual se levantaba
la casa.
Algunos señores y monseñores parecían dispuestos a
buscar el dinero para la compra. En los encuentros
con el Secretario de los Breves, el Beato escribió
de su puño y letra los artículos que deberían
constituir la base de un convenio entre él y la
comisión a crear, presidida por Monseñor y
sostenida especialmente por el noble caballero
Adolfo Silenzi. Este era el texto del documento:
Monseñor Jacobini y el caballero Silenzi,
conmovidos ante el triste porvenir que espera a
los muchachos pobres y abandonados de la ciudad de
Roma, sobre todo en el aspecto religioso, deseando
cooperar a los esfuerzos de S. S. el reinante León
XIII, para mantener a los hijos del pueblo lejos
de las máximas protestantes, han determinado abrir
una casa, es decir, un hospicio, cediendo la
dirección y la administración interna a los socios
Salesianos, dedicados exprofeso al bien de la
juventud abandonada.
El sacerdote Juan Bosco, por su parte y en
nombre de la Pía Sociedad Salesiana de
Bosco le pide que le envíe <>. Parece, por tanto, que el Cardenal
mismo pusiera en ella la firma.
(**Es13.559**))
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