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tiempos, al vigorizarse de nuevo los aires
anticlericales, alguien había presentado y
sostenido enérgicamente el plan de vender el
convento y el santuario. Al correrse la noticia,
no faltaron buenas ofertas; la más lisonjera
procedía de una sociedad de fabricantes genoveses,
que quería instalar allí un gran taller de hilados
y tejidos de algodón. El miedo de la profanación
alarmó al párroco y a los mejores elementos del
pueblo;
por lo cual abrióse camino la idea de ofrecer a
don Bosco el empleo del convento con la obligación
de conservar la iglesia abierta siempre al culto
público. Preguntáronle a don Bosco, el cual no se
opuso a estudiar la proposición; tanto, que en la
segunda mitad de abril de 1877 fue a visitar el
lugar. Le gustó bastante; vio que, por la
tranquilidad y la salubridad del ambiente, aquello
respondía estupendamente a su intención de colocar
a los novicios y a los estudiantes de filosofía.
Podía, además, considerarse como un punto central
para sus colegios del Piamonte y de la Liguria,
con la comodidad de que pasaba el ferrocarril a la
distancia de casi medio kilómetro.
Pero, de repente, aparecieron las primeras
dificultades. El Beato, buen conocedor de las
condiciones de aquellos edificios, habló en su
visita de las propias intenciones, ante todo con
el religioso representante allí de su Orden. Este,
preocupado, se lo contó inmediatamente al Padre
provincial, que residía en Saluzzo y que, con la
misma premura, puso en conocimiento de don Bosco
la segunda cláusula, a la que nos hemos referido
más arriba. En virtud de la misma, si sobrevenía
una desamortización y la consiguiente restauración
de las Ordenes Regulares, los Menores Observantes
debían volver a entrar en su antigua posesión; por
consiguiente, el Provincial, en su condición de
representante de la Orden, elevaba una protesta
formal, reclamando para tiempo oportuno ((**It13.638**)) el
cumplimiento de la obligación antes dicha. Don
Bosco se apresuró a responderle de esta manera:
Muy Reverendo P. Provincial:
El P. Manuel no ha expuesto toda la cuestión.
Invitado repetidamente para ir a visitar aquel
lugar, lo hice y, antes que nada, busqué al P.
Guardian y le rogué participara al P. Provincial:
que yo no entendía adquirir, sino únicamente
conservar aquella casa para los religiosos
actuales, a quienes dejaría como dueños absolutos,
en el momento que quisieran regresar. Así las
cosas, no se realizó ninguna compra o venta, sino
que el Municipio conservó la propiedad y cedió el
uso al presbítero Bosco. Aún más, añadí que
tratándose de favorecer de algún modo a los
religiosos, yo ponía por condición con el P.
Manuel que fuese nuestro superior, nuestro amigo
en todo.
Pero habiendo tergiversado las cosas, desisto
de toda diligencia; siento solamente que al cesar
yo, entre inmediatamente una sociedad que desea
montar una fábrica en el convento y en la iglesia.
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