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suficientes. Cuando he aquí que varios señores
acudieron también en su ayuda. Era precisamente la
divina Providencia quien los enviaba y, gracias a
ellos, se fue multiplicando el bien. Estos
primeros cooperadores salesianos, lo mismo
eclesiásticos que seglares, no se preocupaban de
incomodidades y trabajo, sino que, al ver cómo
muchos jóvenes de la piel de Barrabás emprendían
el camino de la virtud, se sacrificaban a sí
mismos por la salvación de los demás. Yo vi a
muchos dejar de lado la comodidad de sus casas y
venir aquí, no solamente los domingos sino también
todos los días de cuaresma y a una hora muy
incómoda, pero que era la mejor para enseñar el
catecismo a los muchachos.
Mientras tanto, se hacía cada día mayor la
necesidad de ayudar materialmente a aquellos
chicos. Algunos llevaban unos pantalones y una
chaqueta hechos jirones, cuyos trozos les colgaban
por todas partes, aun con mengua de la modestia.
Otros no podían cambiarse nunca el andrajo de
camisa que llevaban encima. Hubo quién empezó a
resaltar lo bueno y lo útil de la labor de las
cooperadoras. Yo quisiera contaros ahora, para
gloria de las señoras turinesas cómo muchas de
ellas, de familias conspicuas y delicadas, no
hacían ascos para tomar en sus manos aquellas
chaquetas, aquellos calzones y arreglarlos;
recibir aquellas camisas totalmente rasgadas y que
quizá no habían pasado nunca por el agua, tomarlas
ellas mismas, digo, y lavarlas, remendarlas y
entregarlas después a los pobres muchachos, los
cuales, atraídos por el perfume de la caridad
cristiana, perseveraron en el Oratorio y en la
práctica de las virtudes. Algunas de estas
beneméritas señoras enviaban ropa, dinero,
comestibles y todo lo que podían. Varias de ellas
están aquí presentes oyéndome, y muchas ya fueron
llamadas por el Señor, para recibir el premio de
sus trabajos y obras de caridad.
He aquí, pues, cómo gracias al concurso de
muchas personas, cooperadores y cooperadoras, se
pudieron hacer cosas, que cada uno por su cuenta
jamás hubiera podido realizar. >>Qué sucedió con
una ayuda tan poderosa de sacerdotes, señores y
señoras? Vinieron millares de muchachos para
aprender e instruirse religiosamente en el mismo
lugar en donde antes aprendían a blasfemar;
vinieron a aprender el camino de la virtud en el
mismo lugar que antes era centro de inmoralidad.
Se pudieron abrir escuelas nocturnas y festivas y
los más pobres y abandonados de aquellos muchachos
fueron internados; la pequeña plaza se convirtió
en esta iglesia en el 1852 y la casa llegó a ser
el internado de aquellos pobres muchachos. Esta es
vuestra obra, beneméritos cooperadores y
beneméritas cooperadoras.
((**It13.626**)) Y
siguieron los bienhechores dispensando su ayuda y
fueron viniendo otros más a añadirse a los
primeros, con lo cual se pudieron abrir otros dos
oratorios en esta ciudad: uno en Vanchiglia, que
se llamó del Angel Custodio, y, después, levantada
la iglesia parroquial de san Judas, se trasladó
junto a dicha parroquia; y el otro, dedicado a San
Luis, se abrió en Puerta Nueva. Al lado de éste se
está levantando actualmente la iglesia de San Juan
Evangelista.
Pero las necesidades experimentadas en Turín
empezaron a sentirse poderosamente también en
otros pueblos y ciudades, y, siempre gracias a la
ayuda de los cooperadores se pudieron organizar
normalmente las obras fundadas y abrir otras fuera
de Turín.
Era necesario que los Cooperadores se ocuparan
de atender la gran falta de clero, que existía en
todo el Piamonte y en otras provincias de Italia.
>>Qué hacer? la religión católica no mira lugares,
ciudades ni personas; es universal, quiere que se
haga el bien en todas partes y exige que los
esfuerzos de la caridad sean mayores allí donde
hay más necesidad. Y he aquí que empieza a abrirse
una casa en Mirabello, otra en Lanzo y después más
y más. Ya pasan de ciento las iglesias y casas
abiertas y son más de veinticinco mil los
muchachos internos y externos, que son instruidos
religiosamente
(**Es13.535**))
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