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entre los socios y entre socios y salesianos
cierto aire de familia, que favoreció ampliamente
la uniformidad de perspectivas.
Otra condición. indispensable para la segura
estabilidad de la asociación era la perfecta
inteligencia con las autoridades eclesiásticas.
Para introducir en las diócesis una organización
religiosa, que sobrepasaba los límites de las
mismas y tenía una jerarquía propia, y para
establecerla de un modo seguro y duradero, era
preciso presentarla de tal forma que quedaran bien
patentes su utilidad y su legitimidad. La cuestión
requirió tiempo y dedicación. Pío IX, en el Breve
del 9 de mayo de 1876, al conceder a la Asociación
algunos favores espirituales, que había pedido don
Bosco, afirmaba la existencia canónica de la misma
en alguna diócesis, la bendecía y le auguraba
mayor incremento. Pero, en Turín, fue discutido el
valor del reconocimiento pontificio, porque no
tenía constancia de las erecciones diocesanas
canónicas. Esto afectó gravemente a la pía unión.
Y más gravemente aún, cuando en el mes de
noviembre de 1877 el señor Arzobispo declaró
<> la publicación que se venía haciendo
por el Boletín Salesiano de las indulgencias
pontificias; amenazó entonces con comunicarlo a
todo su clero y recurrió dos veces a Roma. Pero
sucedió un hecho que puso fuera de toda duda, al
menos, un previo reconocimiento diocesano.
Monseñor Magnasco, arzobispo de Génova, hacía ya
tres años que había aprobado ((**It13.604**)) la
Asociación de los Cooperadores en su diócesis,
pero el hecho no había tenido publicidad. Y
entonces, como el Boletín Salesiano se publicaba
en Sampierdarena, creyóse llamado a intervenir en
la cuestión y no pudo desinteresarse de la causa.
Así que, el 15 de diciembre de 1877, firmó un
decreto en el que se confirmaban tres cosas: la
realidad de la aprobación anterior al 9 de mayo de
1876, la renovación amplissimis verbis y la
asignación de una sede central de la Asociación
para el territorio de la propia jurisdicción. He
aquí el importantísimo documento:
SALVADOR MAGNASCO
Por la gracia de Dios y de la Sede
Apostólica
Arzobispo de Génova
Abad perpetuo de S. Siro
y Delegado ultramarino, etc.
Ya en el año 1874 el reverendo Juan Bosco nos
presentó un proyecto titulado <>, cuya finalidad
principal era la de promover la instrucción y
educación cristiana, especialmente de la juventud
pobre y abandonada. La santidad de la finalidad,
el debido respeto que su Reglamento orgánico
encerraba
(**Es13.517**))
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