((**Es13.514**)
poco, también en ésta, que ya estamos levantando
en honor del Apóstol predilecto del Divino
Salvador y en recuerdo de Pío IX, que llevaba su
nombre. Que la piedad del Señor os conceda a todos
salud y una vida larga y feliz, paz y concordia en
las familias y éxito en los negocios y en todos
los asuntos. Que el céntuplo, prometido por
Jesucristo en la vida presente, sea abundante, y
más aún el premio en la vida futura.
Mientras tanto, vosotros, beneméritos
bienhechores, que habéis ayudado a la piadosa
empresa y que ya la veis bien encaminada, seguid
prestándola vuestra ayuda, vuestra caridad, y ella
llegará a su fin para bien de la sociedad civil y
de la religión, a la par que para vuestra gloria y
vuestra satisfacción. Mientras peregrinéis sobre
esta tierra, os acompañarán las alabanzas y las
bendiciones de los vivientes y los favores del
cielo. Y aún después de vuestra partida de este
destierro terrenal, nuestros sucesores seguirán en
esta iglesia las oraciones de gratitud para
vosotros y continuarán bendiciendo vuestro
recuerdo. Más aún, al contemplar esta obra, se
determinarán a apreciar y amar más los caminos de
la religión, que os la ha inspirado. Durante
muchos años, juntamente con los espíritus
bienaventurados, haréis resonar melodiosos
cánticos en las ((**It13.600**))
sagradas bóvedas del cielo, y en este templo,
levantado gracias a vuestra caridad, resonarán
todavía las suaves y armoniosas voces de vuestros
nietos y de otros que vendrán detrás de nosotros,
los cuales buscarán la forma de imitaros,
entonando canciones al Santo de los santos.
Vosotros, como soldados de Jesucristo, gozaréis ya
en la paz eterna los frutos del triunfo, y otros
vendrán a enfervorizarse, en este mismo lugar,
para las batallas del Señor, vendrán a alimentarse
con el pan de los fuertes, vendrán a templar sus
armas con la oración y la piedad, para conseguir,
como vosotros, la palma y el triunfo. Vosotros,
como afortunados peregrinos, os encontraréis ya en
el descanso de la patria bienaventurada, y os
veréis allí rodeados de otras almas elegidas que,
después de Dios, deberán a esta Obra su eterna
salvación. De este modo, al contemplar el inmenso
bien que en esta iglesia y en el anejo hospicio se
irá realizando, en favor de las almas, para gloria
de Dios, honra de la Iglesia Católica, socorro de
la sociedad civil, y provecho de esta querida
ciudad de Turín, vuestro espíritu se gozará en el
cielo de ello con purísima alegría, mientras
vuestra corona de gloria se embellecerá con nuevo
brillo.
Al terminar estas palabras, firmaron el acta,
escrita en pergamino, el Arzobispo, el barón
Ceriana, el conde Reviglio 1, el ingeniero Spezia
y don Bosco; se colocó después en un tubo de
cristal con varios otros objetos, a saber,
fotografías de personajes beneméritos, el plano de
la iglesia y del hospicio, un ejemplar del Boletín
Salesiano de abril, la lista de los socios y de
las casas salesianas entonces existentes, varias
monedas y algunas medallas acuñadas recientemente.
El tubo de cristal se introdujo en otro de plomo y
éste, cerrado herméticamente, dentro de una
concavidad en la piedra angular. A continuación,
el Arzobispo, con su mano derecha sobre la piedra,
comenzó las preces litúrgicas. Terminados los
cánticos, las bendiciones y las oraciones
prescritas,
1 El conde Carlos Reviglio de la Venaría,
católico de buena cepa y valioso arquitecto, fue
un cooperador salesiano celosísimo. Si don Bosco
logró vencer las muchas dificultades que se
encontró para levantar la iglesia de San luan
Evangelista, algunas de las cuales parecían
invencibles, lo debió al noble patricio turinés.
(**Es13.514**))
<Anterior: 13. 513><Siguiente: 13. 515>