((**Es13.48**)((**It13.45**))
CAPITULO II
EL ASUNTO DE LOS
CONCEPTINOS
DESPUES de la primera fase, abundante en buenas
promesas 1, la cuestión de los Conceptinos se fue
embrollando cada vez más. Hubo quien consideró
como un grave desaire al clero romano acudir a la
intervención de un sacerdote forastero para la
dirección y reestructuración de un Instituto en la
ciudad de Roma, como si no hubiese en Roma
sacerdotes ni órdenes religiosas capaces de ello.
Parecidas quejas llegaron a conocimiento del Papa
reiteradamente y en forma casi oficial.
A las oposiciones externas se añadieron
dificultades y resistencias internas. La gestión
del Instituto iba tan mal que las autoridades
civiles querían quitar a los Conceptinos el
Hospital del Espíritu Santo. El mismo príncipe
Borghese, que era el delegado seglar, llegó a
decir:
-Me cuentan que don Bosco hace milagros; y yo
no lo creo, pero, si arregla el asunto de los
Conceptinos, sera el mayor de los milagros.
Efectivamente reinaba allí un gran desorden.
Algunos Hermanos no habían sido admitidos ni a la
primera comunión; muchos no recibían los
sacramentos hacía años; se iba perdiendo poco a
poco toda idea de vida religiosa a pesar del
habito que llevaban. Ademas se habían difundido
tantas y tan malas voces en torno a don Bosco, que
casi todos le tenían mucho miedo.
((**It13.46**)) Durante
el mes de enero los visitó varias veces, les
celebró la misa, comió en su compañía y así vio,
oyó y habló; con la gracia de Dios parecía que
todo estaba camino de arreglarse. La mayoría pidió
enseguida confesarse y empezó a frecuentar los
sacramentos. Pero quedaba todavía mucho por hacer;
había que dar tiempo al tiempo y proceder con
lentitud y cautela. De todos modos cuando el Padre
Santo conoció los primeros resultados, quedó tan
satisfecho y contento que casi no cabía en sí de
gozo.
Pero el pensamiento del desaire sacaba
continuamente de sus casillas a algunos. Se
presentó al Papa una comisión, introducida por un
alto prelado, para sugerirle que confiase la
dirección a los jesuitas. El Padre Santo, muy
disgustado, observó bondadosamente que, si aquella
1 Véase: Volumen XII, págs. 420 y
sigts.(**Es13.48**))
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