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de hablar con don Bosco, le preguntó si tomaría la
dirección de aquellos corrigendos y le insistió
para que aceptase. Don Bosco respondió que, por su
parte, no existían dificultades, pero que
ciertamente el Ministerio nunca pondría en sus
manos una cárcel penitenciaria.
->>Y por qué no?
-Porque se dice que don Bosco quiere demasiada
religión: y, en efecto, yo mantengo que sin
religión, no se logra ningún bien entre los
jóvenes.
((**It13.558**)) -No
diga que nosotros no queremos la religión. Somos
los primeros en reconocer su necesidad; por eso,
le estaríamos muy reconocidos, si usted lograra
domar a estos desgraciados con ese medio. Si me
autoriza, escribiré a S. E. el Ministro de
Gobernación, proponiendo que ponga en sus manos la
dirección.
-Repito que mi método de educación no le
gustará mucho al Gobierno.
Y expuso don Bosco, a continuación, su propio
sistema educativo:
frecuencia de sacramentos, instrucción religiosa,
vigilancia preventiva, caridad conquistadora... y
sus correspondientes ventajas.
Le escuchó atentamente el Gobernador y no vio
serios obstáculos para su proyecto.
-Hagamos la prueba, dijo. íYo escribiré al
Ministro y usted verá!
-íQué quiere que le diga! Creo que es muy
difícil que el Gobierno lo permita.
-Pues yo creo que es facilísimo.
El Gobernador escribió inmediatamente. Y no
tardó en llegar la respuesta. Era una sarta de
alabanzas para don Bosco, se aprobaba la idea y se
rogaba tratarla. No había nada mejor que confiar
la dirección de <> a don Bosco; no
podía fallar el éxito; habría seguridad absoluta
de que no se volverían a repetir los deplorables
sucesos habidos. Se llamó enseguida al Siervo de
Dios para comunicarle la buena noticia:
-íVea, vea, le dijo el Gobernador, cómo yo
llevaba razón!
-íSolución demasiado larga!, respondió don
Bosco, moviendo la cabeza.
Sin embargo, comenzó los trámites, pues no
quería que se rompiese por su culpa aquel hilo de
esperanza.
Pero él exigía independencia plena en la
educación religiosa; necesitaba estar solo en la
dirección; el Gobierno pagaría ochenta céntimos
diarios por cada joven detenido; eliminaría la
guardia carcelaria; a lo sumo podría conservar el
piquete de soldados a la puerta.
Al Gobernador le pareció todo razonable; pero
el Ministro acabó
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